Opinión

La vieja (nueva) política

Por Marcelo Sosa

Siempre se hace referencia a dejar atrás la vieja política. Pero la nueva política no plantea muchos cambios a las prácticas que se critican y hasta se profundizan estilos alejados del ideario de lo que entendemos por hacer política.

La política es el arte de lo posible dicen los entendidos, pero en realidad la política es la acción de dar respuestas a las necesidades de una comunidad – en este caso la Argentina, Catamarca, San Fernando del Valle de Catamarca-.

Es más, se podría decir que la política debería ser el arte de poder consumar los sueños que tiene una sociedad.

Pero lamentablemente la política se fue convirtiendo en una mala palabra o por lo menos en una actividad no bien vista por la comunidad.

Lo que hace muchos años significó el sueño de cambiar la realidad, de construir una sociedad más justa, solidaria y equitativa se fue convirtiendo una clase alejada de las expectativas de la comunidad.

Por eso cuando se habla de la vieja política a qué se refiere, ya que la nueva política, no tiene muchos cambios a esa vieja manera de entender la política y es más, se profundizaron las prácticas que son propias de nepotismos y con rasgos de autoritarismo.

Hoy la militancia es en gran parte rentada.

En la recuperación de la democracia allá por 1983 militar significaba trabajar desinteresadamente en pos del sostenimiento del sistema democrático que tengas vidas costó conseguir.

Así fue que los centros de estudiantes tomaban colegios y universidad en cada asonada militar que se fueron dando en aquella movida década del 80.

La militancia tenía que ver con ideales que se cristalizaban en la búsqueda de fortalecer la democracia y construir una sociedad más justa.

Se podría decir que hoy sucede lo mismo, pero cuesta encontrar militantes desinteresados que se movilicen sin tener un vínculo con el poder de turno.

Los cargos y la dependencia a alguna ayuda estatal o partidaria hoy es más fuerte de lo que era en la militancia que se forjó en la recuperación de la democracia.

Los nepotismos existieron siempre.

Pero se fue naturalizando los nombramientos de parientes y amigos, de una manera que se hace difícil “militar” sino se cuenta con un “carguito” o una “ayudita”.

La tan mentada reforma política y electoral se fue dilatando y seguimos después de muchos años esperando la instrumentación de herramientas que permitan la alternancia política como herramienta del no acostumbramiento del poder.

Las reelecciones indefinidas, la vida política dependiendo del Estado, forman parte de la idiosincrasia partidaria que no tiene diferencias.

No importa si se es peronista, radical, liberal o de izquierda, la búsqueda del poder tiende a ser una obsesión para perpetuarse a como dé lugar y son las prácticas de la “vieja” política que se convierten en moneda corriente de la “nueva” política.

Se espera que la clase dirigente haga los cambios necesarios para garantizar los procesos electorales.

Pasamos por la propuesta del voto electrónico -pero no porque se podía cometer fraude- a la boleta única y a tantas alternativas que se fueron dilatando para seguir con el viejo esquema de boletas partidarias o de frente como se hace desde la implementación del voto libre, secreto y obligatorio.

Las reformas políticas nunca llegaron ni parecen que llegarán.

Se le muestra la zanahoria a la sociedad cuando aparecen las crisis y es el pueblo el que reclama cambios. Pero luego todo se diluye y seguimos igual, en realidad igual como la clase política quiere.

El dogma de que a la democracia se la cura con más democracia no se aplica es remedio.

Y justo que se pide ser más equitativos cada vez hacer política parece ser potestad de algunos sectores que tienen espalda o respaldo económico para hacerlo.

Lejos está aquella militancia desinteresada de cargos y pagos para llevar adelante los sueños de una sociedad mejor.

Se diluyen en mezquindades y ambiciones desmedidas las banderas de igualdad y equidad.

La vieja y la nueva política son la cara de una misma moneda.

Esa moneda que siguen manejando los mismos actores utilizando los mismos métodos pero con nombres diferentes.

Los cambios no llegan y se hacen esperar.

La política hace rato que dejó de ser la herramienta de cambios sociales, de construcción de sueños y de la búsqueda común de un país, una provincia o un municipio más justo y solidario.

Nos siguen vendiendo las máscaras de lo nuevo, pero siguen siendo las viejas prácticas que no pretenden cambiar.

Lo nuevo y lo viejo son lo mismo y eso duele a cualquier estado democrático.