Opinión

Una compulsa electoral amenazada por el fantasma de la indiferencia

En las elecciones que hubo hasta aquí en otras provincias, la participación de los ciudadanos no llegó al 70%, más baja incluso que en la crisis política del 2001. En Catamarca, el desgano y la apatía son perceptibles.
Por Marcelo Sosa

“Al catamarqueño le gusta votar”, sostenía el exgobernador Oscar Castillo en una vuelta electoral de hace dos décadas, cuando la participación popular bordeaba el 80%. Eran, todavía, tiempos de actos políticos con movilizaciones masivas, discursos enérgicos y el poder en juego. Hoy, en cambio, una sensación generalizada de indiferencia se apodera de la calle. La gente ha perdido el interés por votar, sea por desilusión, indignación o desesperanza. O simplemente porque no se siente atraída por ningún precandidato.

Cuando Castillo expresaba aquello aún no habían nacido las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), que obligan a los ciudadanos a votar en las internas partidarias y decidir quién será el candidato de la instancia decisiva. Por lo tanto, al no estar el poder real en disputa, funcionan como una depuración de la oferta electoral, por un lado, y una gran encuesta preliminar, por el otro.

Las PASO fueron creadas en 2009, pero se pusieron en práctica en las elecciones de 2011. La competencia, como era de esperarse, se dio más en la oposición que en las coaliciones oficialistas. Sin embargo, recién en los comicios de 2015 se pudo observar que las fuerzas políticas habían logrado el aprendizaje necesario para usar el mecanismo con sentido estratégico.

Para los detractores de las Primarias Abiertas, uno de los efectos negativos que produce el sistema es el hastío de los ciudadanos, debido a que son convocados a votar al menos dos veces el mismo año, o hasta tres si hubiera balotaje. Si Catamarca decidía desacoplar las elecciones provinciales de las nacionales, la convocatoria a las urnas habría sumado dos fechas más. Agotamiento extremo.

No obstante, las causas de la apatía social parecen ser más profundas que la cantidad de citas a las urnas. Existe, por una parte, un escepticismo común respecto a que la política de hoy pueda transformar la realidad. Es decir, la gente ha perdido la creencia en que los políticos, sean del partido que sean, puedan mejorar la situación del país en términos económicos, sociales e institucionales. De hecho, la crisis argentina se ha convertido en una suerte de condena crónica, un “status quo” infranqueable: la inflación, la pobreza, la desocupación, la inseguridad, la mala educación y la corrupción política se mantienen como problemas recurrentes en las encuestas.

Para el analista político Sergio Berensztein, “la oferta política no entusiasma, no tiene poder convocante, no logra romper la dinámica de apatía, abulia, desinterés, desaprensión y desapego que acumula el país en estas cuatro décadas de democracia”.

Según Berensztein, los datos de opinión pública vistos hasta ahora, al igual que lo ocurrido en las anteriores elecciones provinciales, “sugieren que el fenómeno de desafección política se acrecienta”. “Por eso -agrega- uno de los emergentes más críticos de estas PASO será, sin duda, el porcentaje de participación y los votos en blanco y anulados”.

Algo es cierto: la baja participación que se dio en los recientes comicios de Santa Fe, Chaco y, sobre todo, en Córdoba Capital fue mayor, incluso, a la registrada en las legislativas del “voto bronca” de octubre de 2001, donde sufragó el 74% del padrón. Un año que tuvo una crisis política histórica desatada por una economía en llamas, con corralito, cacerolazo, una cuarentena de muertos y un presidente que abandonaba la Casa Rosada en helicóptero.

La ola descendente en Catamarca

Algunos politólogos aseguran que la historia electoral argentina se caracteriza por oleadas ascendentes y descendentes de participación. Claramente, la actual es descendente y se explica por diversos motivos. A la cabeza está la crisis general, pero también hay que anotar el hecho de que las nuevas generaciones de votantes tienen cada vez menos interés por la política y ven un país fallido que no les permite soñar con un futuro mejor.

Hay algunas consideraciones previas de rigor a la hora de analizar la curva descendente de la participación:

  • Menos votantes: pese a que existe mayor oferta electoral, en las PASO se registra una participación menor que en las elecciones generales.
  • Gobernantes y legisladores: también es menor la participación en las elecciones de medio término que en las generales, donde se eligen autoridades nacionales, provinciales y municipales.

En ese sentido, Catamarca ha replicado la misma performance participativa que tuvo Argentina en los comicios de la última década. Entre las elecciones generales de 2015 y las 2019, hubo 4,7% menos de votantes en las urnas. Es una caída importante.

En contrapartida, el porcentaje de votantes en las PASO de cada una fue casi similar.

La intriga es si en los comicios de hoy los catamarqueños que concurran a votar no superan el 70% del padrón, como sucedió en todas las elecciones provinciales que hubo en este 2023, algunas de ellas sin PASO. Como sea, se trata de un indicador clave para medir el nivel de abstencionismo.

Otro punto para considerar será el porcentaje de votos en blanco, que es una categoría totalmente diferente: son los ciudadanos que van a las urnas y expresan un “voto bronca”, que en definitiva no sirve para cambiar nada. De acuerdo con algunos sondeos de opinión en Capital, hay circuitos en donde el voto blanco -según la intención expresada por los encuestados- representa la “segunda fuerza” en las categorías provinciales, cuando antes era la tercera.

Estrategias electorales

En este contexto de indiferencia y desinterés generalizado, ¿cuáles fueron las estrategias de los precandidatos para seducir a los ciudadanos de Catamarca?

Por el lado de Unión por la Patria (UP), el gobernador Raúl Jalil, que aspira quedar bien posicionado para competir por su reelección en octubre, hizo una campaña más bien discreta. Pocos actos políticos, pocas entrevistas en medios y mucha presencia en la propaganda en redes sociales, con la consigna de la continuidad en el “hacer”.

Lo llamativo fue el evidente ocultamiento de la figura del precandidato presidencial Sergio Massa en la campaña del oficialismo catamarqueño, lo que podría interpretarse como una estrategia dirigida a “provincializar” la elección. Con calendario electoral unificado, el Gobierno entendió que la alternativa más “sutil” fue priorizar lo local por encima de lo nacional, que no es algo de lo que se pueda presumir.

Por el contrario, al menos en el ámbito de la Capital, la propaganda oficialista fue muy generosa con el intendente Gustavo Saadi: hay gigantografías por doquier, fuerte campaña en internet y sus palabras inundaron los medios la última semana. Saadi es mostrado a la ciudadanía como el gran elector en el mayor distrito provincial.

La principal oposición representada por Juntos por el Cambio enfocó su campaña sobre los hechos más cuestionables del Gobierno provincial y, curiosamente, fue condescendiente con el municipal capitalino, sobre el cual tuvo poco qué decir.

Rubén Manzi, precandidato a gobernador por la lista “Hagamos el cambio de nuestras vidas” y referente local del porteño Horacio Rodríguez Larreta, puso énfasis en la crisis del sistema de salud pública, al que consideró “abandonado”; la pobreza de los trabajadores provinciales y el deficiente manejo de los recursos mineros.

Su contendiente en la interna opositora, el senador nacional Flavio Fama (lista “Gana Catamarca”, referencia local de Patricia Bullrich) sumó a lo de Manzi los problemas con la Justicia -como el caso del crimen del exministro Juan Carlos Rojas, que sigue impune-, la educación deficiente, los bajos salarios y la precarización laboral. Uno y otro dijeron tener propuestas concretas para revertir tales situaciones.

Los aspirantes a quedarse con la candidatura a intendente por la Capital, Alfredo Marchioli (“Hagamos el cambio…”) y Francisco Monti (“Gana Catamarca”), expresaron algunas propuestas puntuales para la ciudad y otras más genéricas de orden provincial, como la seguridad, la salud pública y las adicciones. Es comprensible: ambos se habían preparado antes de la definición interna para ser candidatos a gobernador, no a intendente.

Por lo pronto, la oposición tiene dos objetivos centrales este domingo. Uno es formal: definir quiénes serán los candidatos para las generales. El otro es ambicioso: sumar un caudal de votos tal que le permita empatar o al menos acercarse al que consiga Jalil. Porque la verdadera batalla será el 22 de octubre.

¿Les alcanzará esta campaña a oficialistas y opositores para entusiasmar al electorado catamarqueño? La respuesta se conocerá al final de esta noche cuando se conozcan los guarismos de la participación. Porque aunque no sea un dato de interés para las fuerzas políticas, la deserción cívica dice mucho sobre la legitimidad de los representantes del pueblo.