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A 9 años de la tragedia de El Rodeo: Gerónimo Ahumada, el hombre que perdió a su esposa e hijas, contó por qué no se quitó la vida

En un extenso posteo, Gerónimo revive la pesadilla de la trágica noche en la que 12 personas quedaron sepultadas bajo la furia del río Ambato. “No vivo con rencor, pero me gustaría que la justicia deje de favorecer a funcionarios y ex funcionarios”.
Por Lucia Acosta

Gerónimo Ahumada es uno de los sobrevivientes de la trágica noche del 23 de enero de 2014. 

Tras una jornada de calor extremo en la ciudad de Catamarca, ese día El Rodeo se vio colmado de personas que escaparon al fresco de la villa veraniega, donde esta noche actuaría Abel Pintos de forma gratuita.

Lo que pasó en las horas consecutivas quedó grabado a fuego en la memoria de los veraneantes y en cada callejón de la villa. Nueve años después, la inmensidad del caudal y los vestigios de la tragedia todavía permanecen intactos, con una causa judicial que tuvo avances y retrocesos, fallecidos e impunidad.

En un extensísimo posteo no apto para sensibles, Gerónimo Ahumada relata con impecable precisión lo que le viene a la mente en este noveno aniversario. 

"Relato descarnado de mi propio infierno"

Enero es un mes dulce y amargo para mi. Es momento de mis vacaciones como docente. Pero también vuelve el insomnio, el querer dormir y no poder hasta casi ver amanecer, vuelven las lluvias, las crecidas en los ríos, y las consecuentes muertes, regresan las habladurías y comentarios de gente malintencionada echándole la culpa siempre a las víctimas o a sus familiares, el miedo y la ansiedad de saber que va a llegar ese maldito dia 23, y por ende un nuevo aniversario de la tragedia que me dejó sin familia, que me destruyó la vida en ese momento, y destruyó la vida de mucha gente, que trajo dolor y luto a Catamarca.

Este 23 de Enero se van a cumplir 9 años, y ese día para mi va a ser inevitable recordar y revivir cada cosa: el desayuno, el viaje, la llegada al camping municipal de El Rodeo, la comida, el ratito en el río, las horas jugando juntos en la pileta, el mate cocido, las filas y filas para poder utilizar los baños, la lluvia que parecía una lluvia como cualquier otra, el movimiento del suelo mientras me cambiaba dentro de la carpa que coloqué donde me había indicado la gente del camping, que minutos antes habían venido a cobrarme la estadía, el salir asustado de esa carpa sin saber que ocurría, esperando ver gente alertada, el consultarle a dos chicas que estaban sobre el camino, la indiferencia de ellas al no estar enteradas de nada, el corroborar el movimiento cada vez más fuerte del suelo bajo mis pies descalzos, el gritarles: "esto es una creciente, yo me voy" el comenzar a correr gritando, la gente que se cruza en mi camino corriendo, los gritos, la desesperación, el encuentro con mi familia afuera del quincho del camping, que me esperaban allí para resguardarse de la lluvia, el levantar a una de mis hijas en brazos, y tomar de la cintura a mi mujer que llevaba a mi otra hija en sus brazos, el mirar para todos lados buscando ayuda, alguien que nos diga donde estaríamos a salvo, no ver a nadie más que la gente que al igual que nosotros buscaban salvarse, el ver una casa en diagonal, de la desesperación no encontrarle forma a esa casa, ni la puerta de entrada para golpear, cruzar un alambrado, tocar la ventana, alertar a la familia que allí vivía, nos hacen pasar muy amablemente, mis hijas juegan con la hija de los dueños de casa, el hombre de la casa charla conmigo e intenta tranquilizarme por que son buena gente y creen que allí el agua no llegaría, que estaríamos a salvo. El Río Ambato que viene por el camino arrastrando vehículos como si nada, el agua que comienza a entrar, la luz que se corta, rezos, plegarias, gritos, confusión, desesperación, tarde para intentar salir sin ser arrastrados por el río que corre ya por dentro de la casa, el aguantar en el baño respirando por el ventiluz, mi hija mayor, Daiana, de 7 años sacando sus manitos por esa ventanita Diciendo: Dios basta ya por favor! Que pare! no poder oírnos entre nosotros por los ruidos fuertes, el hablar a los gritos.... algo que nunca olvidaré: abrazarlas, unir nuestras cabezas en ese abrazo, y el decirles llorando a los gritos "por si no salimos de esta sepan que las amo" . El recuerdo doloroso de que mi hija menor, Agostina, de 5 años no pronunció palabra. Estaba asustada seguramente, y confundida. Ella habrá pensado que se trataba de una pesadilla... Todo se vuelve cada vez más caótico y confuso, el desear que escapáramos por ese ventiluz, el demoler los barrotes de madera a trompadas, mis manos calientes y sangrantes, los azulejos del baño que salen disparados; estallan. Literal. Cuando parecía que no se podía poner peor, se pone peor. Más agua, más violencia, el ventiluz que hace un efecto embudo por donde se cuela poca agua hacia afuera de la casa, en comparación a la enorme cantidad que entra a causa del brazo del río que se desvió bombardeando justo esa casa. Piedras, barro, muebles, de todo. La casa revienta, caigo hacia afuera con pared y todo, me golpeó severamente, el río me lleva, me caga a palos como jamás me cagaron a palos en mi vida, reboto contra piedras enormes, otras me pasan rodando por encima y me hunden, quedo encajado bajo el agua en un árbol o ramas hundidas, lucho por soltarme y lo consigo. Trago barro, intento poner los pies adelante, para que al ser arrastrado a gran velocidad, me golpee la palma de los pies contra las piedras, palos o latas, y no la cabeza o el cuerpo. Es inútil. El río hace lo que quiere. Me pone de costado, de espalda, me sigue apaleado, voy enojado, muy enojado, gritando, desafiando, lloro, suplico, pienso en Dios y en el Diablo ¿Quién será el que me está castigando? ¿Que pasó con mi familia? ¿Habrán quedado ellas cerca de esa casa? ¿Vendrán siendo arrastradas por la creciente como yo? Pero mis hijas son chiquitas. No podrían sobrevivir... pobrecitas. Y la Romi es delgada pero tal vez tenga alguna chance. Cómo me está apaleado este río! ¡Como duele! ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Minutos? ¿Horas? Me estoy quedando sin fuerzas ya... paso por un túnel, debe ser un puente, me agarro de una manguera. Lo sé por que el tacto me dice que es una manguera de riego de esas negras. Mis sentidos están mucho más agudos que de costumbre. Sino supiera que estoy en medio de una crecida del río Ambato que me va llevando en medio de ruidos fortísimos, juraría que puedo oír el sonido de mis huesos crujiente con cada piedra con la que me choco, con cada roca que me golpea. Tengo una oportunidad. Solamente necesito sostenerme aquí hasta que me encuentren. La corriente es tan fuerte que la manguera rápidamente se me resbala de las manos, otra vez siendo arrastrado. Me duele todo. No aguanto. Mejor me dejo ahogar de una vez y que se termine este sufrimiento. Me hundo. Abro la boca, trago agua, o barro. No se que es... pero mañana estaremos todos muertos. No recuerdo si dejé el carnet de la obra social en casa en la ciudad, en la carpa aquí, o estaba en mi billetera, en el bolsillo de mi short. La correntada me arrancó la ropa. Estoy desnudo. Tal vez mi vieja necesite ese carnet para conseguir las cosas para poder velarme ¿cómo se tramita eso? ¿Con el recibo de sueldo? No lo sé. Desconozco ¿pero si mi mujer y mis hijas siguen vivas? ¿Si me necesitan? Si alguna quedó viva llorando cerquita de aquella casa? Tengo que salir de aquí y buscarlas. Asomo a la superficie pero casi no me entra el aire, tengo la garganta tapada de barro. Como cuesta respirar. Como me duele todo. Que paliza me está dando. Me enojó de nuevo. Mucho ¡conmigo no! ¡conmigo no vas a poder! Grito. Solo veo como por fotos cada vez que un refusilo enciende la noche de vez en cuando. Ya basta por favor. ¿Hasta cuando? ¿Donde estoy? ¿Hacia donde me lleva? Las piedras gigantes ruedan por mi pecho y mi panza. Siento su peso. Me hunden. Otra vez tragando barro para que se termine de una vez, y otra vez esas dos cosas que interrumpen mi intención: el instinto de supervivencia, y la incertidumbre sobre qué habrá pasado con mi familia. No doy más. Ya no puedo nadar. Estoy exhausto. De pronto la correntada disminuye su violencia, un pequeño brazo de río que es como un remanso de agua tranquila hacia mi izquierda. Me desespero por salir, trepó por un chapón muy grande, que en realidad es el techo de un auto sumergido (eso me lo contaron meses después). No puedo pararme. No tengo fuerza y duele cada músculo. Hago un esfuerzo muy grande y logro ponerme de pie a los gritos, pero es imposible dar un paso ¿y si el agua aumenta de nuevo? Tengo que salir de aquí. No puedo caminar ¡Que impotencia! Me quedo parado las rodillas comienzan a aflojar, algo se estira de más. Se me va a dislocar la rodilla. Me dejó caer. Grito de dolor. Así unas 3 veces. Quiero irme aunque sea arrastrándome por el suelo. No puedo. Es como un barranco. Entonces me acuesto a descansar. No puedo. Demasiadas espinas y cosas que pinchan en la oscuridad. Tengo frío. Mucho frío. Me castañean los dientes. Tengo sed. Tengo que tomar agua del río con la mano. La escupo. Es agua con barro espeso. Quiero vómitar. Me dan contracciones en el vientre. No me sale. Apenas un hilo de agua que se filtra por un costadito de la garganta. Tengo la tráquea tapada de barro compactado. Que se termine esto ya por favor ¿donde están mi mujer y mis hijas? Necesitan ayuda. Quiero gritar. No puedo. Hago fuerza pero no sale el grito. Recuerdo la garganta tapada. Me quedo recostado boca abajo. Estoy muy cansado. Varias veces vi una luz tenue y amarillenta que se encendía hacia el frente, cruzando el rio. Será una casa. Definitivamente hay alguien ahi que está chiflando pidiendo ayuda. Me quedo boca abajo un buen rato temblando. Los dolores y el frío son insoportables. No me dejan dormir. De pronto veo a ese hombre parado a mi lado con las manos en la cintura buscando algo. Le pido ayuda desde el suelo. No me había visto. Debí haber estado del color del barro. Se asusta, pega un salto, y me pregunta quién soy. Gerónimo le digo. Vamos me dice. No puedo caminar le digo. Ayude a mi familia por favor. No se si ellas están en la casa o se las llevó el agua. Lloro...

Voy por ayuda me dice. Luego me enteraré de que se trataba de un ex juez.

Sigo buscando. Encuentro una piedra tibia. Calentita ¿como carajos puede ser que la piedra tenga esa temperatura? No importa. A los gritos de dolor logró treparla. No es muy alta. Mi cama. Como la extraño.  Cómo deseo un vaso de agua. Me acuesto. Me duermo boca abajo con los brazos pesadamente caídos al suelo, reconfortado por el calor de esa piedra. Pasan los minutos. No se cuántos. Escucho la voz de Romina que me grita: ¡Gero! Me despierto del susto y de la pequeña alegría y esperanza ¡Está viva! Me vio ¿donde estás? No hay nadie. Pero si me gritó. Giro la cabeza y veo unas luces. Las reconozco. Son linternas. Me sale un grito visceral con fuerza: ¡ayuda! Las luces comienzan a temblar y a moverse enérgicamente. Vienen hacia mi. Escucho voces. Dicen: "por ahí fue el grito" ¿donde está? Se acercan, me alumbran, y nunca voy a olvidar esas palabras: ¡bien chango! ¡Estás vivo! ¿Que haces acá? ¿Cómo hiciste para llegar hasta aquí? "Somos policías" tranquilo que te vamos a sacar de acá. Lloro otra vez. Mi familia...

Me levantan con esfuerzo entre los dos, uno de cada lado. Grito de dolor ¡como duele! Apenas pueden moverme. Ayúdanos con tus pies me dicen. No puedo caminar les digo. Es grandote exclaman. Vamos. Avanzamos. Nos caemos. Nos levantamos. Están contentos. Yo también.  llegamos a un alambrado. Lo Pisan con sus botines me levantan con un ultimo esfuerzo. Grito cada vez con menos fuerza. Llegamos a un camino. enfrente hay una casa. Afuera hay una señora y su familia. ofrecen ayuda. Me ven desnudo. Me traen corriendo una Bermuda. No me entra del todo. No me cierra pero me cubre un poco. Agua por favor, les suplico. Me traen un vaso ¡El agua más rica del mundo! Pero apenas puedo tragarla. Mi garganta tapada. Mi estómago lleno de barro. Hago fuerza con la tráquea. Escupo corchos de barro compactado. Uno de los policías me da su poncho para agua o una campera. Me suben a una camioneta. cada saltito que da el vehiculo me hace doler cada hueso y cada músculo. La camioneta solo puede llegar hasta cierto punto. No se como pero me pasan de la camioneta a otro vehículo o camioneta, y en esa me dirigen al hospital del Rodeo. Me reciben, me cortan el abrigo con tijeras. Me lavan con suero. Arde. Cómo arde... estoy lleno cortes y raspones profundos. Me hacen preguntas. Me dicen que estoy con hipotermia y presión baja. Les digo que soy Gerónimo Ahumada, mi domicilio y el teléfono fijo de mi mamá, por eso pudieron llamar y avisar que me derivarían al hospital San Juan Bautista en la ciudad. Todo el tiempo consciente...me suben a una ambulancia, me llevan rápido. Tengo tanto frío y dolor. Mis quejidos son intensos. El enfermero se ve preocupado, o más bien veo piedad en su rostro. Me Pregunta si tengo frio, me da una frazada. Alguien más va con él. Creo que una doctora. me filma o me saca fotos. Lo sé por la luz del flash que me da en la cara. No importa. Tal vez es para advertirle a alguien, o para mi familia. No Se. El viaje a la ciudad se hace eterno. Llegamos. Mis familiares están afuera del hospital. A los gritos me preguntan por Romina y mis hijas. Nos agarró la creciente, les digo llorando. Creo que se las llevó el agua.

Escucho el grito desconsolado. Alguien cae de rodillas.

Me bañan. Grito. Arde.

Estudios de mi cabeza, de mis huesos, resonancias y no se cuántas cosas más. Llega un amigo que trabaja en Infantería de la policía. Veo la pistola en su cintura. "Por favor pegame un tiro en la cabeza", le suplico. Mi amigo llora. Me dice; no digas eso Gero. "Yo las voy a encontrar a la Romy y a las nenas". Se va a ofrecer como voluntario para buscarlas.

Me llevan a casa. Por fin una cama caliente en una habitación que me prestó mi padrino. Duermo. No Sueño nada. Simplemente se baja un telón negro y hay silencio. Cuando apenas abro ojos por la mañana ruego que todo haya sido una pesadilla, pero no. Es la horrible realidad. Me entero de todo lo ocurrido por un ministro del gobierno que vino a darme las condolencias: las personas desaparecidas, los daños, las víctimas, y es quién me pone al tanto de quienes fueron las personas que me ayudaron... Una a una van apareciendo. Una a una las van encontrando. Una por una me dan las malas noticias. Una Por una me las van entregando. Uno tras otro los velatorios, uno tras otro los sepelios. La primera fue Daiana, después fue mi Agos. Mi amada pequeña. Tanto que la cuidaba. Cuando se caía y se hacía un raspón me dolía a mi. Cuando se enfermaba y tenia fiebre yo rogaba que me pasara la fiebre a mi para que ella no sufra. Quería morirme. Deseaba la muerte más que nada en el mundo. Calmantes, doctores, alguien que enviaron, que no conozco, pero a quien me aferré para sobrellevar esos momentos. Me ayudó.

Los días pasan. Quiero volver a mi casa. No me dejan. Tal vez si vuelvo las encuentro allí. Tal vez todo sea una gran mentira. Mis pensamientos y mis sentimientos me juegan una mala pasada.

Primero incapacitado en silla de ruedas, al pasar de los dias rengo, con muletas, mucho después con renguera en una pierna y ya sin muletas.

Pienso en nuestros perros negra, gringo y Rubio. Madre, padre e hijo respectivamente. Pobres ¿que pensarán? ¿Que los abandonamos? no me permiten volver a mi casa por mi bien.

De pronto un médico amigo me ve mal color e hinchado. Me manda urgente a hacerme análisis de rutina. Falla los riñones. Quedo internado. Paso las mil y una con curiosos que se cuelan a terapia intensiva para verme y preguntarme cuántos kilómetros me arrastró el río, los duelos, el dolor y la angustia insoportables, cosas sobrenaturales horribles que me llevaron a planear escaparme del sanatorio, hasta que me permitieron estar acompañado por un familiar. De a poco me recupero y me voy de alta.

Con el pasar de los meses regreso con entusiasmo a ver la humilde casita donde vivíamos, y solamente mis perros me reciben. Antes mis hijas corrían a mis brazos. Desolación abismal. Ahí estaba la realidad aplastante. Pongo la música que les gustaba a mis hijas y me duermo llorando sentado, esperando aunque sea una señal. Siento pena de mi mismo. No solo me juzgan de afuera, me miran mal y preguntan: ¿para qué las llevó tan lejos?, sino que yo también me culpo y me doy asco.

En aquel entonces, con esa realidad insoportable; una 38 apuntando a mi cabeza. Luego en el corazón, que ya estaba roto, y por último en la boca, pero no me animé. No por falta de huevos, sino por miedo al dolor extremo, a quedar peor, postrado y sufriendo. A ser una carga para los familiares que me quedaban. Otro día una escopeta en el mentón. Tampoco pude. No pude...

Esa no es mi vida. Yo era un hombre con familia. Estoy solo. Estoy viviendo la vida de otro tipo. De Otro hombre.

En las fechas especiales como el día del padre huyo a otra provincia donde no me conozca nadie. No deseo nada. Soy un ente. Una cosa vacía.

Mucha gente buena se acercó a intentar ayudarme y contenerme, y muchas veces me comporté como un imbecil.

Por la exposición en los medios algunos me reconocen en la calle, me piden darme un abrazo y se los recibo con gusto. Me doy cuenta que aún quedan personas de Buenos sentimientos.

Me voy a vivir solo. No deseo cocinar para mi solo. Antes cocinaba para mi familia, y a mis hijas les encantaba. Festejaban mi comida. Alguien me recomienda la compañía de un perro. Adopto a Milo, que más que un perro fue mi hijo, además de un fiel amigo hasta sus ultimos dias.

Voy al cementerio de vez en cuando, y metros antes de llegar a sus nichos me cambia la respiración, me da desesperación, me doy cuenta de que es cierto lo que ocurrió. Lloro como un niño. Caigo de rodillas y les pido perdón a ellas tres. Me quiero morir.

Casi 8 años de terapia sicológica con una licenciada que es digna de mi admiración por su capacidad, paciencia, y humanidad para arreglar a esta persona desarmada.

Cuando creí que tal vez me moriría viejo y solo conocí a alguien. Me atrajo su sonrisa, su mirada y me enamoré otra vez. Soy otro hombre, con otras experiencias de vida, y de otra forma me enamoré fuerte. Me siento vivo de nuevo. Con el tiempo nos casamos, nace nuestra hija Maithena y mi mundo cambia completamente. Me Enamoro de nuevo. Siento renacer la felicidad. Un año y medio mas tarde nace nuestra segunda hija Renatta, y me enamoro otra vez. Soy Felíz. Amo la familia que formé. Hace poco nos enteramos con mi esposa Rocío que será varón nuestro tercer hijo. Seremos una familia de 5 miembros.

A los que dicen que me olvidé de mi anterior familia, les digo que estoy orgulloso de mí por ser capaz de amar y enamorarme de nuevo, por seguir apostando a la vida, y por formar una familia, teniendo yo muchas cosas en contra.

A los que dicen "este tipo no quedó bien"  les digo quedé lo mejor que pude, teniendo en cuenta todo lo que me toco vivir y perder. ¿Ustedes siquiera hubiesen quedado aquí?

A los que dicen que vivo con bronca y resentimiento les digo vivo con dolor por todo lo que pasó, que ya se cumplirán 9 años y que para las víctimas, y nosotros los familiares de aquella tragedia no hay justicia aún.

Para los que dicen que fue un hecho natural y que no hay culpables, les digo que obviamente fue un desastre natural, pero que hay responsables, que si hubiesen cumplido con su trabajo no hubiésemos lamentado victimas fatales. Que hay imputados, y que su única defensa es la estrategia de esperar que la causa prescriba, que la mayoria de los que alguna vez estuvieron inputados en la causa fueron funcionarios del estado, y que al fiscal que parecía querer justicia desde el principio lo apartaron y destituyeron. Casualidad nada más. Yo los perdono. No se mi familia. Pídanles perdón a las victimas fallecidas.

No vivo con rencor, pero me gustaría que la justicia deje de favorecer a funcionarios y ex funcionarios, que actúen en consecuencia y se lleve a cabo el juicio como corresponde, o de lo contrario nos digan que no, y se termine de una vez todo esto.

Gracias a mis amigos que estuvieron desde que abrí los ojos al otro dia de la tragedia, gracias a mis familiares que me contuvieron y cuidaron en aquel momento infernal, gracias a todos los que me apoyaron estos años que fueron muchos, y mil gracias por alegrarse de verme vivir de nuevo, y ser feliz en medio de tanta desgracia y tragedia.

Este 23 de Enero no se cómo estaré, pero pido Justicia por Romina, Daiana, Agostina, por todas las familias y vidas que se extinguieron hace 9 años, y para que deje de morir gente ahogada en los rios, por que tristemente sigue pasando, y lo primero que hacen algunos es culpar a las victimas.

Sigo pensando que lo que viví fue el infierno en la tierra, y que no se lo deseo a nadie. A nadie