Opinión

Cada vez menos espacios: las mujeres pierden terreno en la política de Catamarca (y se puede presumir por qué)

La implementación de la Ley de Cupo no logró socavar las prácticas arraigadas de distribución del poder, como se esperaba. Y las pocas que llegan a lugares decisivos son carne de cañón de una violencia que las va drenando y relegando cada vez más a lugares silenciosos. ¿Qué caminos nos quedan?
Por Lucia Acosta

Las listas quedarán cerradas y la realidad será evidente: hay notablemente menos mujeres participando de espacios de toma de decisiones en Catamarca, y –me arriesgo decir- a nivel nacional también.

Es sabido que la Ley provincial 5.539 de Paridad de Género sólo aplica “en ámbitos de representación parlamentaria”, pero no así para cargos ejecutivos.

La Ley de Cupo fue sancionada en Catamarca en el 2018 al calor de grandes reivindicaciones de derechos reproductivos de las mujeres y disidencias, lo que generó la impactante cantidad de mujeres volcadas a la política, no sólo partidaria, sino en las organizaciones y el espacio público. De hecho, hubo un marcado crecimiento de la participación de mujeres en el gabinete de Raúl Jalil en comparación con los años de gestión de Lucía Corpacci.

Pero esto no se tradujo en construcción de poder real, ni mucho menos. La construcción de las candidaturas las siguen repartiendo mayormente entre varones, y las mujeres "elegidas" son relegadas a cargos minoritarios de disputa.

Para las mujeres que disputan poder en cargos ejecutivos, el destino que les espera casi con seguridad es el de ser foco de una violencia –a veces tajante, a veces sutil pero claramente dispar- en relación con idénticos cargos ocupados por varones.

Lejos del victimismo del que se podría acusar a esta columna, es una invitación a repensar las sutilezas a las que estamos expuestas las mujeres en los ámbitos laborales y de desarrollo profesional. Porque se nos mide con varas mucho más duras que a nuestros compañeros varones, y no hay perdón para la que ose confundir el camino de la “buena mujer”.

Hace exactamente 4 años, en el cierre de listas para las PASO 2019, un relevamiento periodístico enumeraba 19 precandidatas a disputar las intendencias de 34 distritos catamarqueños, lo que representaba apenas el 11% de las precandidaturas para cargos municipales.

Ya en ese entonces, se dejaba entrever lo lejos que estaba la política en Catamarca de alcanzar la paridad en cargos ejecutivos. Cuatro años después, el número hablará por sí solo. Las mujeres nos replegamos expulsadas de las disputas de poder real, y esto tiene varias causas.

“Por ser mujer”: sesgos y violencia

Las mujeres en política se están cansando de remar. Llevan muchos sesgos sobre sus hombros que requieren un esfuerzo de conciencia muy fuerte para poder verlos, como primer paso.

Los sesgos y estereotipos de género son, por lo general, inconscientes. Son preconceptos que reproducen una estructura que les da menos importancia a las mujeres, y las mide con distinta vara que a sus compañeros varones.

Dicho en otras palabras: les exigimos mucho más a las mujeres, en todo. Rendimiento profesional, ético y moral. Esto responde a sesgos preconcebidos de bondad, rasgos que se asocian a lo maternal y los deberes de cuidado. Esto, trasladado a la arena política, es un plato caro de pagar.

Una mujer no se puede equivocar, y si lo hace, es sumamente castigada. Incluso si un par varón comete su mismo error, es escarnio es dispar.

Ejemplo de esto es la dureza con la que el arco político –tanto opositores como oficialistas en Catamarca arremetió contra la presidenta de la Cámara de Diputados, Cecilia Guerrero, por su voto absolutorio en el jury contra el fiscal Laureano Palacios. Absolutamente nulo fue la condena de su par en el Tribunal, el senador oficialista Oscar Vera, a quien nadie salió a cuestionar.

Para las mujeres en cargos ejecutivos de poder en Catamarca, los cargos representan una zona de trinchera de la que constantemente deben estar defendiéndose. Son extremadamente cuestionadas, y su vida personal expuesta de formas deshonestas. Mientras en la vereda del frente, sus pares varones son denunciados por delitos graves contra la integridad sexual, sin que su poder se vea tambalear.

El caso emblemático de la concejala de Icaño, Ivana Ferreyra, es arquetípico en cuanto a demostrar que para las mujeres, la política es un camino áspero y de lucha. Pese a contar con un fallo de la Corte Suprema de Justicia, el Concejo Deliberante a manos del clan Carletta no le permitía asumir en su cargo.

La salida es sin grietas

Ya lo supo decir la periodista Luciana Peker en su visita a Catamarca: la violencia política se combate cuando se hace visible, y es clave que el repudio sea trasversal a los partidos políticos.

El silenciamiento, el hostigamiento y la mutua desconfianza atravesada por los sesgos de género requiere de un esfuerzo aún mayor por parte de las mujeres en la política -sí, uno más- para que el camino de paridad real sea una posibilidad.

Los espacios conquistados por las mujeres se vuelven cada vez más difíciles de sostener, y una mujer en política que es callada, es aleccionador para todas.

La salida es sin grietas partidarias.