Un puntero peronista acompaña a un humilde elector hasta la puerta de una escuela capitalina. “Haga video o saque foto de la boleta de Massa en el sobre. Cuando salga me muestra eso y le doy la plata”, le dice. Minutos después, un hombre ingresa a votar en la misma mesa y exclama asombrado: “¡Casi no quedan boletas de Milei!”. La escena resume una de las facetas que mostró la definición presidencial en Catamarca: de poco sirvió el trabajo, ciertamente tímido y forzado, que hizo el oficialismo local para frenar el huracán libertario en el país.
El candidato de La Libertad Avanza (LLA), Javier Milei, se impuso con autoridad en 22 provincias. Hizo la mayor diferencia en los distritos donde el antikirchnerismo estaba bien marcado, como Córdoba, Mendoza y CABA, pero también ganó en provincias históricamente peronistas, como Tucumán, La Rioja, Santa Cruz y Catamarca, por citar algunas. Solo los disciplinados gobiernos de Santiago del Estero, Formosa y provincia de Buenos Aires le dieron consuelo al postulante de Unión por la Patria (UP), Sergio Massa.
La diferencia total en el país fue de casi 12 puntos a favor del libertario. En cantidad de votos, Milei obtuvo 14,5 millones. Nunca en la historia de Argentina un presidente sumó tantas voluntades.
Desde las elecciones generales hasta el balotaje, Milei adicionó 48 mil votos en Catamarca a su caudal. Es decir, se quedó con todos los llamados “votos huérfanos” que dejó Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, y gran parte de los que había obtenido el cordobés Juan Schiaretti en estas fronteras. Entre ambos habían sumado cerca de 55.000 sufragios el 22 de octubre.
En cambio, el ministro-candidato Massa pasó de 99.600 votos en octubre a 110.721 este domingo. Aumentó poco más de 11.000 votos, una cosecha nada despreciable si no fuera porque enfrente tenía a un rival que venía creciendo el doble que él. La diferencia final fue algo superior a 5 puntos porcentuales a favor de Milei.
Tierra adentro, el líder de LLA se impuso con comodidad en los departamentos electoralmente más gravitantes: Capital, Belén, Andalgalá, Tinogasta, Santa María, Valle Viejo y Fray Mamerto Esquiú. El resto fue para Massa. Hasta anoche no había datos oficiales de Antofagasta de la Sierra.
Como era de suponer, la pelea más dura iba a ser en Capital, donde se concentra el electorado más afín a las ideas de cambio que propone Milei y donde, además, el peronismo ya había quemado sus naves en las elecciones municipales y provinciales de octubre y de las que salió victorioso.
Este domingo, la fuerza libertaria le sacó más de 15.000 votos al oficialismo en San Fernando del Valle. Casi 16 puntos de ventaja, una barbaridad. Y eso que los punteros peronistas capitalinos hicieron bastante para “convencer” a los electores más carenciados.
Lo que sucedió, en realidad, fue que el aparato estatal de la provincia no estuvo a disposición de Massa como ocurrió antes con la reelección de su amigo gobernador, Raúl Jalil. Era lógico que así sucediera: una cosa es poner en juego el poder estrictamente local, con cargos nacionales, provinciales y municipales, y otra muy distinta es apoyar una candidatura presidencial. Y eso al margen de la pésima situación económica en que se encuentra el país.
De manera tal que al oficialismo solo le quedó apelar al desesperado recurso del miedo que intentó contagiar el kirchnerismo nacional con cuestiones tales como la eliminación de la coparticipación federal, la educación y la salud públicas, el Banco Central y otras consignas temerarias que lanzó Milei desde que se puso el traje de candidato.
Así fue como empapelaron organismos públicos, como el Ministerio de Salud, con carteles alusivos al fin de la Salud Mental con Milei presidente, y se reiteraron declaraciones acerca del riesgo que supondría para la Provincia pagar los sueldos a la administración pública en caso de que se modifique el régimen de reparto de los recursos federales. El propio Jalil lo señaló varias veces en las últimas semanas. Todas reformas profundas que exigen un respaldo parlamentario del cual Milei carece.
Nada de eso funcionó. En Catamarca, como en el país, más de la mitad de los ciudadanos demostraron una fuerte voluntad de cambio respecto al decadente modelo kirchnerista instalado en la Casa Rosada desde hace dos décadas, solo interrumpido entre 2015 y 2019 por Mauricio Macri, quien hoy, paradójicamente, vuelve al primer plano de la política nacional como aliado de Milei.
Argentina estaba mal cuando Macri sucedió a Cristina Kirchner y quedó peor cuando éste le pasó el mando a Alberto Fernández. Hoy Fernández entrega un país devastado por la inflación y la pobreza y asfixiado por la deuda externa. Cada uno de esos gobiernos le dejó una herencia más pesada al siguiente.
La duda que el economista Milei tendrá que despejar es si podrá cortar esa cadena funesta y si gobernará por sí mismo, con prescindencia de los aliados que ven en esta nueva era una oportunidad para reivindicarse.