Nadie lo vio venir, pero vino con toda la furia. Estas PASO 2023 serán recordadas en la historia argentina como la explosión de la bronca y del hartazgo de la ciudadanía encarnados en la figura de Javier Milei, el ultraderechista de las propuestas rimbombantes e imposibles, el enemigo de la “casta política” y quien se presenta como la “verdadera oposición” al modelo de gobierno imperante.
Los guarismos le dieron la razón en la mayor parte del país. En el orden nacional, La Libertad Avanza se quedó con un 30% de los votos en la categoría Presidente, mientras que Juntos por el Cambio cosechó 28,2% y la mayor parte fue para Patricia Bullrich, quien será la candidata a presidenta en octubre. Lo más significativo del triunfo de Milei fue que relegó al kirchnerismo gobernante a la condición de tercera fuerza: entre los oficialistas Sergio Massa y Juan Grabois sumaron 27,1%. Si estos números se mantienen en octubre, la segunda vuelta electoral de noviembre estará garantizada.
El fenómeno Milei había decaído en los últimos meses. De ser el político que más crecía frente a sus rivales, luego pasó a un segundo plano en todo sentido. Ya no aparecía tanto en los medios de comunicación -con varios de los cuales, especialmente los televisivos, tuvo enfrentamientos públicos- y hasta fue objeto de duras críticas por sus ideas estrafalarias y sus métodos de financiamiento de la estructura libertaria. Pero lo más importante es que había desaparecido como una amenaza en las encuestas y, de hecho, hasta quedó reducido a la mínima expresión en las elecciones provinciales del primer semestre del año. Todo eso terminó este domingo.
La interpretación más clara de estas elecciones es que Milei representa para unos 7 millones de argentinos la auténtica posibilidad de un cambio radical en la política. Muchos de los votos que sumó provienen de las nuevas generaciones que buscan lo distinto, pero también fueron hacia él los votos de sectores independientes y de quienes perdieron la esperanza en los partidos tradicionales, especialmente la Unión Cívica Radical y sus aliados.
Esto último se ha visto nítidamente en Catamarca, donde los votos de quienes apoyaban a la principal oposición fueron a parar a la fuerza libertaria. Entre ambos precandidatos a gobernador de Juntos por el Cambio, Flavio Fama y Rubén Manzi, sumaron 46.600 votos (27,5%), mientras que La Libertad Avanza, con el debutante José Jalil Colomé (primo hermano del gobernador Raúl Jalil), se alzó con 26.980 votos (15,9%). No es resultado de una pulseada local, sino de una ola nacional libertaria.
Podría afirmarse en ese sentido que esos votantes confían que será Milei, y no la oposición política tradicional, quien puede en efecto cambiar las cosas. De hecho, uno de los ejes discursivos del líder libertario es que la “casta política” tuvo su oportunidad para transformar Argentina y no lo hizo.
Hubo un dato de alerta inédito en Catamarca. Desde primera hora empezaron a oírse quejas de personas que iban a votar y se daban con que no estaban las boletas de los candidatos libertarios. Reclamaban a las autoridades de mesa y no obtenían respuestas. Los fiscales de esa fuerza, además, eran muy pocos. Entonces fueron directamente a buscar los votos al búnker de La Libertad Avanza. Una expresión genuina de voluntad y decisión.
Así las cosas, La Libertad Avanza quedó posicionada como tercera fuerza en Catamarca. Es la sombra que se cierne hoy sobre Juntos por el Cambio y pone en jaque su rol de oposición. Los radicales y sus socios están obligados a hacer lo que no saben: reinventarse.
En cuanto al oficialismo, el gobernador Jalil puede darse por satisfecho con su estrategia de ocultar a Massa en el último tramo de la campaña. Si bien este domingo ganó con el 55%, perdió casi 33.000 votos respecto a las PASO de 2019, cuando fue electo en el cargo. Era de prever que la simultaneidad electoral con la Nación tendría su costo negativo. Podría haber sido peor. De alguna forma, la irrupción mileísta lo favoreció.
Finalmente, el abstencionismo electoral fue más alto que lo previsto. Con el 94% de las mesas escrutadas, la participación llegó apenas al 63,6% en la categoría gobernador. En otras palabras, más de 177 mil catamarqueños no concurrieron a las urnas, pese al impresionante aparato gubernamental desplegado para llevar gente a votar con el voto en mano, por supuesto. La indiferencia cívica sigue en aumento.