Opinión

TV pública: la culpa no es de los gerentes

El polo audiovisual de la Provincia nació hace una década con un gran impulso político. Pero nunca fue aprovechado en su verdadero potencial. El caso Rosales resume el despropósito.
Por Marcelo Sosa

El torpe y escandaloso hecho de censura cometido en la TV pública de Catamarca, hace poco más de una semana, condensa una política errática en torno al manejo de ese polo audiovisual, pero a la vez también representa un ejemplo nítido de esa praxis decadente de premiar “in eternum” a funcionarios y políticos ineptos por el solo hecho de pertenecer.

El episodio se dio a pocas horas de la reinauguración del Estadio Bicentenario. El periodista Silvio Iramaín se permitió una licencia independiente en su programa “Tirame un centro”, de la TV estatal. Comentó que no estaba de acuerdo en que el Estado invierta tantos recursos en esta obra y no, en cambio, en actividades deportivas populares y carentes de apoyo. Y recordó el dato de que el ministro de Obras Públicas, Eduardo Niéderle, a cargo de los trabajos de recuperación, fue también el director técnico de la construcción del “Coloso de la loma” cuando trabajaba para la empresa Capdevilla. Es decir, no lo dijo, pero lo insinuó: el mismo Niéderle tuvo que rehacer, con fondos de la Provincia, lo que antes construyó en forma defectuosa, también a costa del erario.

Iramaín, funcionario municipal que es mano derecha del secretario de Salud y Desarrollo Humano capitalino, Alberto Natella, creyó que podía hacer en un medio provincial lo que de ningún modo haría en su propio ámbito laboral. Igualmente no fue nada tan terrible. Es más, el comentario podría haber transcurrido sin pena ni gloria si no fuera por la incompetencia de María Eugenia Rosales Matienzo, secretaria de Comunicación del Gobierno y hasta allí presidenta del directorio de la radio y televisión de la Provincia.

Pero no fue ella la que dio la cara. “Arriba están re calientes”, le dijo Pablo Sastre a Iramaín, en alusión a la indignación que su comentario provocó a Rosales. Y luego le comunicó la decisión superior de dar por terminado el ciclo televisivo. Sastre es un exempleado bancario que integraba el directorio del medio oficial junto a Walter Jara, comerciante de un rubro gastronómico menor. Solo Rosales tiene formación académica en comunicación. Un título que apenas le sirvió para llegar allí, no para honrarlo con criterio profesional. De hecho, no tuvo mejor idea que apelar a un burdo mecanismo autoritario en democracia. Cuando la obsecuencia nubla la prudencia.

Al día siguiente, el ministro de Gobierno, Juan Cruz Miranda, anunció los cambios en la sociedad estatal “Catamarca Radio y Televisión”: como presidenta del directorio fue designada Guadalupe Segura -exjefa de prensa de Claudia Palladino en la cartera de Salud y de perfil menos obtuso que su reemplazada-, mientras que Sastre y Jara fueron desplazados de esa cúpula. No se informó sobre el nuevo paradero. Y Rosales, que aún sigue siendo secretaria de Comunicación del Gobierno, seguirá ligada al directorio en carácter “ad honorem”. ¿Cobraba aparte por esa función? Misterios de la generosa administración provincial.

El propio Miranda junto al secretario de Prensa, Diego Moreno -quien sí sabe cómo proteger al Gobernador sin caer en desmañas-, le anunciaron a Iramaín que su programa volvería al aire y le pidieron disculpas en nombre del Ejecutivo. A esa altura, Iramaín ya se sentía un mártir: había recibido solidaridades de FOPEA, Fatpren, de colegas provinciales y de dirigentes opositores, quienes por supuesto no desaprovecharon el incidente para atacar al Gobierno.

Herramienta inutilizada

“Catamarca Radio y Televisión” fue creada tal como hoy se conoce en 2012, durante la gestión de Lucía Corpacci. El proyecto fue presentado en el Centro Cultural Haroldo Conti (ex ESMA) de la CABA por su coordinadora, la realizadora audiovisual Mariel Bomczuk, quien destacó el abandono en que encontró el canal provincial y lo contrastó con la inversión que se haría para erigir un polo de vanguardia en el CAPE. Así se hizo.

Al frente del directorio, Corpacci designó a Daniel Gutiérrez, un polifuncionario que hoy transcurre sus días como vocal de YMAD. Bomczuk se ocupó del montaje técnico y poco después volvió a lo suyo, el cine. El directorio se completó luego con Aldo Creche y Carlos Quiroga. Tres “Mario Fadel boys” juntos.

En 2019 asumió Jalil como gobernador y designó a Eugenia Rosales como ministra de Ciencia e Innovación Tecnológica de la Provincia. Una función parecida a la que tenía cuando acompañó a Jalil en el municipio capitalino, donde logró cautivarlo con su laboratorio de impresiones 3D. Bajo su órbita quedaron la TV y radio públicas. Como era de esperar, luego sobrevinieron los cambios en el directorio.

Raúl Jalil y Eugenia Rosales, entonces ministra de Ciencia e Innovación Tecnológica.

Si hasta entonces la TV estatal había logrado poner en marcha una programación diaria de 12 horas con producción propia, a partir de Rosales no solo se resintió el contenido sino también el vínculo interno con el personal. Periodistas y técnicos que trabajaron con ella la caracterizaban por su estilo déspota, maltratador y paranoide. No soportaron demasiado: meses después, empezaron a apilarse las licencias por razones de salud, varias de ellas de orden psiquiátrico, y los pedidos de traslado.

Paralelamente, Rosales permitió que el gremio de la televisión hiciera sus negocios con los recursos del Estado. La esposa de un sindicalista, que además es empresario del sector, fue designada en el directorio de la TV pública y al tiempo se marchó con una licencia laboral muy conveniente. El Estado bobo está rodeado de oportunistas pícaros.

Rosales no sabía a ciencia cierta qué hacer con el canal. En lugar de darle un sentido de divulgación cultural, social, educativa y científica, es decir, hacer lo que la televisión y la radio privadas no hacen, lo convirtió en una mera oficina pública inundada de celos, desconfianza y poco trabajo.

El gobernador Jalil menos aún sabe qué destino darle a ese polo audiovisual. Tanto que puso a Rosales al frente. En realidad, no le interesa porque detenta el enorme poder disciplinador de la pauta publicitaria. Con eso le alcanza y sobra para marcar agenda. No necesita un medio público para instalarla. El blindaje está asegurado.  

Eugenia Rosales y tantos otros funcionarios y políticos incompetentes siguen dando vueltas en los recodos del presupuesto provincial. Algún sueldo cobran. Jalil no los echa, sino que los desplaza, y en muchos casos a lugares más cómodos y de menos exposición. Supervisores, puntos índice, miembros de algún otro brazo estatal.

Un refrán de uso extendido en Sudamérica expresa: “La culpa no es del chancho, sino del que le da el afrecho”. El criadero de Raúl Jalil rebosa buena salud.