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Un grito en el silencio: Ada Morales, a 32 años del femicidio de María Soledad

Una luchadora incansable. Ada nos cuenta, en un nuevo aniversario, las memorias que quedan de aquella triste época.
Por Marcelo Sosa

A 32 años de uno de los femicidios más terribles de nuestra historia catamarqueña, la madre de María Soledad Morales, Ada Morales dialogó con TVEO noticias en un nuevo aniversario del crimen de la joven.

Un asesinato que sacudió a la sociedad catamarqueña de los años noventa, cuando aún no se hablaba del término “femicidio”. El relato de Ada, con el cansancio de la lucha grabado en su mirada, eriza la piel. Un día triste se queda corto.

“Jamás en mi vida me imaginé semejante cosa que tuvimos que vivir como familia. Mi hija murió de la peor forma, la más cruel. Yo creo que no debe haber otra persona que haya recibido tanta crueldad sobre su cuerpo como mi hija”.

Entre tanta injusticia, debe haber algún vestigio de cambio. Para Ada, fue un antes y un después.

“Antes quizá nadie se animaba a denunciar atropellos e injusticias, pero esto fue como un despertar y un despertar para el bien, para bien, para que nunca más ocurran estas cosas tremendas”.

“Es justicia a medias”, expresó Ada, con la usual pesadumbre en la voz de quien enfrentó la pérdida de una hija. “No tan sólo fueron los que se condenaron. No, acá hubo más personas involucradas en la violación de mi hija, en el encubrimiento que fue tan tremendo como el mismo crimen.

“A mi hija la mataron dos veces, física y moralmente, que es lo más terrible. Después de muerta, no se conformaron con todo lo que le hicieron; la desfiguraron, la tiraron ahí y todo eso para decir, para hacerme creer que todo era parte de una secta diabólica”.

Esa no fue la única estrategia usada en aquel entonces para calumniar, amedrentar y difamar a María Soledad y a su familia.

“Cuando venía la policía, querían decirme que había ‘dos mundos’ de Sole, el de la ciudad (Capital) y el de acá (Valle Viejo). Que ella tenía un mundo malo y un mundo bueno y que si yo seguía saliendo a las marchas, iba a saber cosas terribles de mi hija que yo ignoraba”.

Ninguna amenaza anestesió al espíritu de Ada

“Miré a los ojos, a los que me interrogaban, y les dije ‘¿a usted le parece, si para usted mi hija era una cualquiera, tenían derecho de hacerle todo lo que hicieron? ¡Respóndame, respóndame!’ No supieron qué contestar. Quedaron un silencio total”.

“Pensar que acá en el patio hubieran andado jugando los niñitos de María Soledad”.

Una herida aún palpable y Elías, su fiel compañero

“Lamentablemente, yo creo que él partió porque el dolor nos lastimó a los dos, pero él se llevó la peor parte: ir a reconocer a su hija. La llevó esa noche toda feliz, contenta, la dejó y después tener que ir a verla toda destruida, la forma en que ella estaba”. Elías Morales, padre de María Soledad, falleció en el 2016.

Intentaron evitarle más sufrimiento a Ada en el proceso del reconocimiento del cuerpo: “¿Porque no me permitieron ver a mi hija si yo soy la madre, la tuve nueve meses en mi vientre, por qué no me dejaron tocarla?”. Ese es el único arrepentimiento de Ada.

Para ella siempre resonará el “Chau, mami”, como consuelo del recuerdo de su amada Sole.