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Sábado Santo en la tradición católica: la soledad de María y la esperanza de la vigilia

El Sábado Santo, tercer día del Triduo Pascual, marca un período de reflexión y luto en la Iglesia Católica, conmemorando la sepultura de Jesús y la soledad de María. Este día culmina con la celebración de la Vigilia Pascual, un ritual lleno de simbolismo y esperanza ante la Resurrección.
Por Lourdes Costanzo

El Sábado Santo, también conocido antiguamente como Sábado de Gloria, es una fecha de profundo significado religioso en la tradición católica. Es un día de silencio y luto, destinado a contemplar el misterio de Jesús en el sepulcro y el dolor de María tras la pérdida de su hijo. La liturgia de este día refleja este estado de duelo, con el Sagrario vacío, el altar despojado y la ausencia de celebraciones eucarísticas, excepto por la Confesión y la Unción.

La conmemoración del Sábado Santo se remonta a siglos atrás, siendo parte integral del Triduo Pascual que culmina con la celebración de la Resurrección de Jesús en el Domingo de Pascua. En el año 1955, el Papa Pío XII ordenó una reforma litúrgica que estableció el nombre actual de este día.

La Vigilia Pascual, punto culminante del Sábado Santo, es la celebración más importante del año para los cristianos. Este ritual consta de cuatro partes significativas, comenzando con el encendido del Cirio Pascual, símbolo de Cristo resucitado, seguido de la Liturgia de la Palabra, la Liturgia Bautismal y la Liturgia Eucarística.

Durante la Vigilia Pascual, se proclaman los relatos del Antiguo Testamento que hablan de la salvación de Dios, se administra el Bautismo a nuevos cristianos, se renuevan los compromisos bautismales y se celebra la Eucaristía en honor al sacrificio de Jesús. Es un momento de júbilo y alabanza, lleno de esperanza por la Resurrección del Señor.