Hoy Juan Martín Angera celebrará su primer show solista en el Teatro Urbano Girardi. El cantautor compartió con INFORAMA su historia de vida y su recorrido de vuelta a casa, de vuelta a Catamaca.
Juan explicó que vivió múltiples mudanzas a lo largo de su vida: "Mi familia es de Farallón Negro, Belén. Me crié en el cerro hasta los 8 años. Luego nos fuimos Chile y retornamos al Norte Argentino". El músico cuenta también que "tras mucha insistencia armaron en el Colegio San Jorge un taller de guitarra solamente para mí". Recordó que la última vez que pisó el Girardi fue a los 18, con un grupo de música latinoamericana: " era 1998 y me acuerdo que me temblaban las manos del miedo".
"El miedo está siempre, ahora no me paraliza las manos, pero lo sigo sintiendo. Era un niño en un grupo de adultos. Me daba mucha verguenza y tocaba de espalda. No siempre me gustó estar al frente, fue un proceso muy espiritual. La música para cualquier persona, es mucho más transcendental que el proceso del músico, es una actividad de crecimiento. Evoluciona en sentido colectivo, me veo escribiendo canciones para que mi tribu empatice", expresó.
Conexión y amor: la historia de un dúo mágico
Angera también vivió en Córdoba, durante la universidad. Pero posteriormente, tras fanatizarse con una película, decidió viajar por el Amazonas. Su primer CD nace de este contexto salvatico "TRILHA". Tras viajar durante mútiples meses, quiso instalarse en Buenos Aires, dónde conoció a su gran amor, María Paula Godoy- también gran cantante-.
"Cuando la conocí a María, me di cuenta que ella sabía por mucho oficio y naturaleza, cómo convocar a espiritus y redireccionarlos a la gente. Con ella empezó una nueva escuela, la de responsabilidad en la conexión del público", manifestó.
Ante la pregunta sobre "el vínculo con el público", el catamarqueño comentó: "Guardo el tesoro de participar de experiencias colectivas efervescentes. Hemos llego al récord de estar 32 horas en una guitarreada, un repertorio de 200 canciones. Ahí aprendí a conectarme con lo que estaba haciendo y con la emoción de las personas alrededor. Por un lado está la técnica, un camino complicado y por otro lado está la emoción. Siempre hay una variable en la que hay que controlarse".
Volver al pago, con una familia y la guitarra bajo el brazo
Tras desistir de vivir en Buenos Aires, entendieron que les quedaba un desafío: "queríamos reconocer nuestro lugar en el mundo y pertenencia. Junto a eso vino nuestro hijo y un proceso de arraigo", explicó.
Angera consideró que "después de muchos años de vivir en otras ciudades, es muy satisfactorio encontrar a personas con las que te criaste, o tu compañeros de secundaria. Ser anónimo en una ciudad nueva puede ser interesante, pero creo que me gratifica más ser miembro de una comunidad y eso solamente lo puedo vivir en mi tierra".
Dejó el bajo eléctrico, por una guitarra criolla para dedicarse a la vida cerca del río y criar a su niño: "muchas veces elegí tiempo libre, aunque cueste plata. De alguna manera, la música recorre el camino de la vida y eso es algo que a mí me saldó la vida. Siempre tuve el sueño de ser libre, en coherencia con lo que vivo y con lo que siento. Siento que todos tenemos el mismo sueño".
También reflexionó sobre el "triunfo": "la fama y el éxito es puro cuento, no sólo lo dice el tango, sino que también está comprobado socialmente. Sin embargo, vivimos en una sociedad exitista, en donde los resultados deben darse de manera impactante e inmediata. Esto suele ser impedimento para vivir una vida en libertad y solidaridad".