El año se termina y en la mente de muchos abundan los reproches.
No haber cumplido con objetivos académicos, seguir en los mismos trabajos o sin conseguir uno. Haberse frustrado en intentos de vincularse con otros, o no poder abandonar los que nos hacen mal o simplemente no suman.
Nuestro diálogo interno se activa con un bombardeo de cosas sin resolver que sumado al cansancio y las demandas externas de “cerrar balances” y decir adiós a esos trabajos, aunque sea por un par de semanas.
“¿Ya empezaron con la ansiedad de fin de año?”, se pregunta Alejandro Mansilla en su cuenta de Instagram, donde comparte contenido de salud mental. Ale es psicólogo, catamarqueño y especializado en adolescencias, suicidio y diversidad sexual.
Su pregunta dispara preguntarse de dónde viene esta sensación colectiva de sentirnos completamente afectados por una fecha que se nos viene encima con todo su peso social. En diálogo con INFORAMA, Alejandro profundizó los aspectos de esta angustia y qué deberíamos preguntarnos para afrontarla.
-¿A qué se debe la angustia de fin de año?
AM: Lo que llamamos “angustia de fin de año” tiene que ver con la sensación de que hay algo sobre “cerrar ciclos”, que nos obliga a ponernos en un lugar de exigencia: nos exigimos a que nuestro proceso culmine con éxito. Cada cierre de año lo relacionamos con la posibilidad de ese éxito o la frustración de no haberlo concretado, o no haber llegado, o haberlo perdido, o nunca haber iniciado algo. La angustia tiene que ver con ese proceso que hacemos en un periodo muy breve de tiempo, que por lo general se activa al inicio de diciembre, donde nos hace ese click de que hay un proceso que sí o sí hay que realizar/resolver.
-Todos quieren cerrar el año, rendir materias, balances, cosas pendientes, lo que no se hizo. Parece casi inevitable entrar en la locura social. ¿Hay alguna escapatoria?
AM: El primer escape que propongo es basarnos en lo real. ¿Qué significa basarse en lo real? Significa que para poder empezar a practicar y corrernos de esta angustia, lo primero que tenemos que preguntarnos es: ¿qué es lo real? ¿Es real que algo va a pasar a fin de año? ¿Es real que algo va a cambiar? ¿Es real que hay una angustia? Por lo general, la respuesta es que no es real. Cuando nos basamos en lo real, la diferencia entre un 31 de diciembre o un 30 de septiembre no existe. No hay diferencia entre rendir una materia ahora o rendirla después. Empezar a preguntarnos por los tiempos genuinos y reales no ayuda a salir de la angustia. No nos olvidemos que el tiempo es una creación humana, y como toda creación, tiene fallas y modificaciones. Es algo que podemos volver a estructurar.
-En el reel de Instagram decías que la angustia de fin de año es social y cultural. ¿Podés explicar un poco más sobre esto?
AM: Nosotros tenemos que saber que social, económica, política y culturalmente tenemos mandatos. Esos mandatos son el “deber ser” que tenemos todos. Son los famosos “objetivos” que nos piden que cumplamos para cerrar o concretar un fin de año positivo. Lo peor de todo es que estos mandatos son sociales o culturales y dependen de un montón de factores históricos, y terminan generando ansiedad y angustia. Porque en definitiva son “algo que tengo que respetar a rajatabla”, que tenemos que poder concretar sin siquiera cuestionarlos. Y cuando no logramos cumplir con el mandato, la tristeza y la frustración son muchas veces intolerables, porque de la única manera que pareciera que podemos ser felices es cumpliendo estos mandatos. Por ende, la ansiedad de fin de año es meramente cultural y social. Es una creación humana, no existe como patología. Solo existe en la medida en que sigamos exigiendo a los demás un tiempo para cumplir sus metas. Cuando en realidad, cumplir con nuestros objetivos y lograr proyectar no es una cuestión de tiempo, es más una cuestión de deseo. Y ese deseo es individual, no colectivo. Por eso la ansiedad de fin de año es tan nociva.