Este 7 de mayo se conmemora la vida de San AgustÃn Roscelli, un sacerdote cuya grandeza radicó en su humildad y sencillez. A pesar de no haber dejado ningún libro escrito, su ejemplo de auténtico sacerdocio, vivido a la luz del Evangelio, es un "libro viviente" que nos inspira hasta el dÃa de hoy.
Nacido el 27 de julio de 1818 en Casarza, un pequeño pueblo de los Apeninos italianos, San AgustÃn Roscelli creció en una familia pobre en recursos materiales pero rica en fe y virtudes cristianas. Sus primeras actividades consistÃan en pastorear el rebaño familiar, donde aprendió a disfrutar de la soledad y la intimidad con Dios en contacto con la naturaleza.
Su vocación al sacerdocio se manifestó después de una misión celebrada en su pueblo en mayo de 1835, cuando tenÃa 17 años. Después de interrumpir sus estudios para cumplir con el servicio militar obligatorio, ingresó al Seminario de Génova, donde se preparó para su ordenación sacerdotal.
Vocación sacerdotal
A pesar de los desafÃos económicos que suponÃa para su familia, San AgustÃn logró conseguir alojamiento gratuito en el Conservatorio de las Hijas de San José. Después de cumplir con el servicio militar, regresó al seminario para estudiar teologÃa. El Cardenal Tardini aseguró su alojamiento gracias a una marquesa, mientras él mismo se encargaba de financiar su manutención trabajando como sacristán en la iglesia de la Magdalena y atendiendo a los alumnos internos.
Una vez ordenado sacerdote, San AgustÃn dedicó su vida a la pastoral, trabajando en varias parroquias y monasterios de la diócesis de Génova. Fue en esta ciudad donde comenzó a preocuparse por el bienestar de las jóvenes trabajadoras, que a menudo caÃan en manos de desaprensivos.
Fundador
Inspirado por algunas jóvenes piadosas que trabajaban como maestras en talleres artesanales, San AgustÃn concibió la idea de fundar un nuevo instituto religioso: las Hermanas de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen MarÃa, conocidas popularmente como las Inmaculatinas.
El arzobispo de Génova y el Papa PÃo IX apoyaron el proyecto de San AgustÃn, que finalmente fue aprobado para que el 15 de octubre de 1876, las nuevas Hermanas recibieran el hábito. San AgustÃn continuó trabajando incansablemente en la asistencia espiritual en las cárceles y como capellán de un hospicio, pero su corazón siempre estuvo dedicado a la juventud y a las Hermanas Inmaculatinas.
San AgustÃn murió en Génova el 7 de mayo de 1908, a los 84 años, después de haber vivido 56 años como sacerdote. A pesar de su vejez y ceguera, su legado de humildad y caridad sigue inspirando a las personas de todo el mundo.
Sus restos reposan en Santa MarÃa del Prato, en Génova. Fue beatificado por Juan Pablo II del 7 de mayo de 1995 y canonizado por el mismo Papa el 10 de junio de 2001, festividad de la SantÃsima Trinidad.