Opinión

La obra pública y el desarrollo a futuro

Por Rodolfo Schweizer, marzo de 2023. Especial para INFORAMA desde EE.UU.
Por Redacción Inforama

Quizás algunos encuentren estas líneas cuestionables por cuanto recurren a la experiencia de un país para solucionar los problemas de otro. Obviamente, esta visión es válida en líneas generales, pero habida cuenta de nuestra dificultad para encontrarle salida a la crisis actual de nuestro país, queremos recurrir a la experiencia de un tercer país, los EE.UU., para ver si su experiencia ante una situación similar nos puede servir de inspiración para solucionar la nuestra. Ellos, al igual que nosotros, pasaron allá por 1930 por una situación sino similar, quizás mucho peor, dado su papel en el mundo moderno.

Eran los tiempos previos a la Segunda Guerra Mundial, en que ellos no solo debían mirar para dentro por su crisis, sino también para fuera por la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, lo cual le agregaba dramatismo a su situación. Sin embargo, lo hicieron bajo el liderazgo de su presidente de entonces, Franklin D. Roosevelt, y lograron superarla, como para ganar en esa contienda.

Nos permitimos recurrir al caso de EE.UU. como referencia porque la crisis en aquel país tuvo consecuencias similares sobre la población que en nuestro caso: pobreza galopante, desempleo, etc. En el país del norte, el detonante social fue la Depresión de 1929, que dejó en la calle al 25% de su fuerza laboral, unas 3.250.000.000 personas, a causa de la bancarrota del sistema bancario, que arrastró a toda la economía.

Las consecuencias se vivieron sobre todo en las grandes urbes, con miles de personas haciendo cola en la calle para recibir un plato de comida; en la familia, con una infinidad de gente en situación de calle porque habían perdido sus propiedades al no poder pagar sus hipotecas; en el campo, con agricultores empobrecidos hasta la miseria por la misma situación a raíz de la caída de los precios de los productos agrícolas y otras penurias mil veces peores a las que hoy en día nos aquejan a nosotros en este siglo 21.

Sin embargo, las medidas que a partir de 1933 se tomaron allí, cuando una nueva visión política llegó a la Casa Blanca de la mano de Roosevelt, le permitieron a ese país recuperar su economía y control en 6 años. Creemos que, ante la ostensible falta de ideas que domina nuestra escena nacional en lo político, vale la pena recordar algunas de las decisiones políticas que este líder indiscutido en su momento a nivel mundial tomó para poner a la gente empobrecida de su país, de vuelta a trabajar. No “en negro”, sino a la luz del día, cumpliendo con las leyes.

La causa

Al momento de llegar al poder hace ahora 90 años, el 4 de marzo de 1933, Roosevelt tenía bien en claro cuál era el origen de la crisis del 29. Lo dijo en su discurso: “Los inescrupulosos especuladores que abandonaron sus responsabilidades en el templo de nuestra civilización”, aquellos que proclamaban el libertinaje de creer que “nuestro destino es administrarnos a nosotros mismos, no por otros, mientras seguían especulando con el dinero de los demás”.

La declaración implicaba una definición de su visión, no anticapitalista por cierto, sino contraria a la teoría liberal en política, que le negaba al Estado su papel de agente regulador de las relaciones sociales. Y si quedaban dudas, ahí mismo en su inauguración se dio un plazo de 100 días para tomar las decisiones necesarias que al final condujeron a una solución a la crisis.

Haciéndose cargo de la situación y declarando que “a lo único que debemos tener miedo es al mismo miedo de actuar”, reconoció que “nuestra primera tarea es poner a la gente de vuelta a trabajar”. “La gente quiere disciplina y dirección bajo un liderazgo”, dijo, y él les anticipó que se los daría y que su gobierno funcionaria “con la eficiencia de un ejército entrenado”. Anticipaba así la primera medida que tomaría 48 horas más tarde: la de decretar un feriado bancario por una semana y cerrar todos los bancos para someterlos a una inspección por parte del Estado.

Ahora bien, cuál fue el problema con los bancos que obligó a Roosevelt a cerrarlos por una semana. La crisis financiera se produjo porque la industria financiera de EE.UU. no estaba regulada por el Estado. Esta desregulación permitía a los bancos invertir sus fondos en inversiones riesgosas en la bolsa, lo cual los llevó a la bancarrota al colapsar ésta y no poder recobrar sus préstamos o inversiones especulativas en el mercado de acciones. Un total de 9.000 bancos quebraron y se llevaron en su caída unos 7 billones de dólares de sus depositantes. La inspección del Estado cerró para siempre a 4.000 de ellos.

Sin embargo, Roosevelt no los abandonó. El domingo 12 de Marzo, sabiendo que la gente se reunía a las 10 de la noche alrededor de la radio para escuchar las noticias les dijo, saludándolos de entrada como“amigos”  (algo inusual en la época), que su dinero estaba seguro y que se devolverían, a pesar de no haber seguro bancario de parte del estado, los depósitos hasta 2.500 dólares (de entonces), lo cual restauró la confianza en el sistema bancario. A Roosevelt, obviamente, no se le escapaba el conocimiento de la macro ni de la microeconomía.

(Preferimos no hacernos la misma pregunta ante nuestros gobernantes)

La solución

Controlada la causa de la crisis y reconociendo que las medidas bancarias no alcanzaban para solucionar la crisis a nivel de la población, su siguiente paso fue proponer un programa de obras públicas, de alivio, reforma y recuperación, que pusiera de vuelta a la gente a trabajar. Aquí nos concentraremos en lo último, la recuperación, porque ello implicaba cumplir con la promesa electoral de recuperar el trabajo.

Tres fueron los programas que su gobierno puso en marcha para cumplir con esa meta.

  1. Creación del Cuerpo Civil de Conservación (Civilian Conservation Corp, CCC)

Dos semanas y medio después de asumir el gobierno Roosevelt mandó al Congreso un proyecto que creaba esta dependencia, que se convirtió en ley 10 días después. Su objetivo era eliminar en los siguientes 9 años la inestabilidad social reclutando a 250.000 veteranos de la Primera Guerra Mundial y a 3 millones de jóvenes entre 18 y 25 años de edad desempleados, para ponerlos a trabajar en tareas eminentemente conservacionistas: plantar árboles, recuperar los campos sembrando pasto, apagar incendios, controlar o corregir problemas creados por la erosión, desarrollar parques nacionales.

Para lograrlo creó 1.433 campamentos que alojaron de entrada a 300.000 jóvenes con organización quasi-militar administrada por el ejército donde se brindaba cama, comida y transporte a los lugares de trabajo. El sueldo era de 30 dólares por mes de aquella época (hoy serían unos700 dólares), de los cuales 25 se enviaban directamente a las familias de los jóvenes. Uno de sus logros fue plantar, entre 1935 y 1942, 220.000.000 de árboles en 7 años en una línea entre Canadá y Texas y 3.000 millones en todo el país en 800 parques. También en estos campamentos se enseñaba lo básico de muchos oficios y se enseñó a leer y escribir a 57.000 analfabetos.

Uno de los campamentos de jóvenes en un área forestal.

En 9 años, 3 millones de personas pasaron por estos campamentos.

A los aplicantes los reclutaba el departamento de Trabajo.

Estos campamentos generalmente estaban localizados cerca de pueblos rurales, por donde estos trabajadores paseaban en sus descansos usando ropa de salida del ejército, lo cual impulsó cierta disciplina entre los habitantes y le dio presencia al Estado en el campo. El trabajo que proveían era simple, saludable, garantizaba la alimentación y enseñaba oficios o habilidades. La experiencia fue un éxito total entre la gente.

  • Creación de la Autoridad del Valle del Tennessee (TVA, Tennessee Valley Authority)

El 18 de mayo de 1933 Roosevelt firma el acta creando Tennessee Valley Authority, con el fin de aprovechar el río del mismo nombre, generar energía barata, hacerlo navegable y sumarlo a proyectos de conservación del medio ambiente. El proyecto cubría 7 estados y en su comienzo se previó la construcción de 16 diques. Al final del trabajo, al río se lo hizo navegable a lo largo de casi 1.000 km, lo cual cambió para siempre la economía de la región centro del país.

Embalse en el río de Tennessee.

La administración de este proyecto no solamente fue un ejemplo de descentralización en la administración de lo público, sino que al proveer ocupación a lo largo de los años a miles de personas, demostró la capacidad del Estado para desafiar la idea de que solamente la empresa privada era capaz de construir y explotar servicios. La TVA demostró a las corporaciones eléctricas que el Estado podía competir con ellas en los beneficios de un emprendimiento.

(Obviamente, nuestros gobernantes de los años de 1990 no se enteraron de esta experiencia en la cuna del capitalismo moderno cuando desmantelaron las empresas del Estado, en vez de corregirlas de los defectos que los políticos les impusieron en su administración para llevarlas a ser deficitarias)

  • Creación de la Administración de Obras Públicas (PWA - Public Work Administration)

Como paso final para reactivar la economía, Roosevelt aunó las medidas que se habían tomado en la agricultura con otras de la industria a través del Acta Nacional para Recuperación Industrial (NIRA en inglés,). Uno de los capítulos de esta medida disponía la creación de la Administración de Obras Públicas (PWA en inglés), que fundamentalmente se ocuparía de las grandes obras públicas, con el objeto de dar empleo a cientos de miles de personas desocupadas y, de paso, construir infraestructura. El objetivo final era poner dinero en el bolsillo de la gente para reactivar la demanda, lo que a su vez se esperaba que reactivara la industria y la producción.

La PWA creó 34.000 proyectos que dieron trabajo a 8,5 millones de personas. Algunos de sus logros fueron:

  1. Construir 150 aeropuertos/aeródromos.
  2. Construir 75 puentes.
  3. Generar 11.400 proyectos a través de los cuales se construyeron 1 millón de kilómetros de rutas.
  4. Electrificar el campo.
  5. Construir 7.448 escuelas, universidades
  6. Construir 29.000 unidades de viviendas.
  7. Construir parques nacionales donde se plantaron 24 millones de árboles.
  8. Asfaltar 1.036.000 km. de calles.
  9. Construir infraestructura ferroviaria, subterráneos, túneles, diques y hospitales
  10. Crear proyectos de conservación, de entrenamiento de trabajadores, etc.Hasta el apoyo al desarrollo de las artes tuvo cabida en PWA, los cuales dieron trabajo a actores, músicos, escritores y otros artistas.

Hoy muchas de las obras construidas todavía están sirviendo al presente. Entre las más notables está la ruta entre los cayos en Florida, los aeropuertos de Los Ángeles, Filadelfia, Tampa y otras ciudades; la electrificación del tren entre N. York y Washington, el dique Hoover en el rio Colorado (foto), el Lincoln Tunel en N. York.

Dique en el río Hoover, Colorado.

Las obras se administraron y coordinaron con los estados. Las empresas privadas fueron las encargadas de hacer los trabajos, debidamente supervisadas por el Estado. Aún hoy estas obras están en pie y son vitales para el funcionamiento del país del norte.

Volviendo a lo nuestro

Lo hecho por Roosevelt corrobora la opinión de que la obra pública puede ser una herramienta importante en tiempos de crisis para paliar el desempleo y apuntalar el desarrollo del país. Pero nuestro país no le fue a la zaga cuando construyó grandes obras a partir de los años ‘60 con el mismo criterio, aunque le falló en el propósito final que se le dio a las mismas. Lo primero, construir las obras para servir al país, fue lo que motivó la construcción del sistema nacional interconectado en 500.000 voltios, desde el cual Catamarca toma su energía en Recreo. Lo mismo las grandes obras como el Chocón, Salto Grande, Atucha, al final Yaciretá, etc. En todas ellas, fue el Gobierno nacional a través de entes específicos de conducción el que construyó esas obras.

Pero, yendo más allá de lo estrictamente constructivo, la visión de desarrollo que esas obras alimentaron siguió siendo la misma de siempre: servir a un desarrollo concentrado en el área de mayor consumo alrededor de los puertos y no del país. Es decir, se siguió y se sigue alimentando la idea del siglo 19 de ser un país agroexportador al servicio de las oportunidades agrícola-ganaderas, mientras se hacina a la mayoría de la población en centros urbanos macro cefálicos con calidad de vida más que cuestionable y sin posibilidad de crecimiento al margen del empleo publico o el trabajo “en negro”.

La vulnerabilidad de tal estilo de vida se vivió en estos días con la sequía, cuando ésta nos borró del libro unos 20.000 millones de dólares del presupuesto nacional que, obviamente, le quitará al Estado recursos para seguir manteniendo sus políticas de asistencia. También cuando un incendio menor dejó sin energía no solo a Buenos Aires, sino también a todo el país.

¿Qué pasaría, por ejemplo, con nuestro futuro inmediato si por un conflicto mundial China dejara de comprar soja a nuestro país? Ciudades como Rosario y su tragedia con el narcotráfico demuestran de sobra las limitaciones del sistema agroexportador en el cual vivimos. Para enfrentar los desafíos de la globalización, ya no alcanza.

Si queremos salir de esta encerrona, se impone la construcción de un nuevo modelo que reemplace al eje de funcionamiento norte-sur que se adoptó a fines del siglo 19, bajo la dirección de la generación del ‘80, o sea Mitre y los que le siguieron, alrededor del Paraná y el Río de la Plata como eje de desarrollo. La solución es crear otro eje de desarrollo alternativo este-oeste que, naciendo en el Atlántico, en el sur de Brasil, termine en Chile, en el Pacifico, cruzando por el centro de nuestro país. Esto da sentido a obras propuestas como un corredor bioceánico o a un corredor energético a lo largo de la Ruta 40 en Extra Alto Voltaje que le cambiaria el perfil económico a todo el NOA, el NEA y el centro del país, generando trabajo para millones de personas y creando nuevos pueblos a lo largo de estas infraestructuras, desconcentrando de paso la bomba de tiempo que son los grandes centros urbanos hoy hacinados y con servicios públicos al límite.

Comprendemos que lo aquí dicho puede parecer parte de una utopía. Sin embargo, no lo es. Brasiliay otras ciudades en el mundo se crearon a mediados del siglo 20 para darle otra dinámica a sus países. La Ruta de la Seda que China está construyendo para unirse con Asia Central, India, Persia, Arabia, Siria, Turquía, Europa y África es un ejemplo de esta visión. Lo mismo la ruta ferroviaria este-oeste entre el puerto de Santos en San Pablo (Brasil) y el puerto de Ilo en Perú sobre el Pacifico, luego de atravesar Bolivia, que le dará salida a Brasil hacia el Pacífico.

Por lo tanto, no se trata de construir obra pública aislada, sino integrada dentro de un plan de desarrollo de largo alcance para cambiarle el futuro al país. Esto demanda planificación a nivel Nación y Provincia, líderes con capacidad y visión de futuro y un pueblo consciente de que al futuro lo construyen las sociedades que se juegan por él y no viene de la nada.