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Molina, una mochila heredada del gobernador Jalil

El gobernador Raúl Jalil no gana para susto con sus colaboradores. Tiene tantos problemas con los propios como con los transferidos. Un mes atrás, María Eugenia Rosales Matienzo, secretaria de Comunicación y hasta allí presidenta del directorio de la TV y Radio de la Provincia, armó un escándalo por un comentario más o menos crítico de un periodista sobre el estadio Bicentenario, que dio lugar a repudios de hasta organizaciones nacionales de la prensa contra la censura del Gobierno. Resultado: Rosales fue eyectada del medio estatal, pero no del cargo político, al igual que los dos vocales del directorio.

La funcionaria forma parte de la camada de colaboradores que acompaña a Jalil desde su gestión como intendente de la Capital. De hecho, lo había entusiasmado tanto con sus incursiones en la robótica básica en el Nodo Tecnológico municipal que al llegar al Gobierno provincial la designó al frente del Ministerio de Ciencia e Innovación Tecnológica, una cartera creada por él y para ella. Esos extraños caprichos de la política.

Igual el paso de Rosales por el organismo fue más bien opaco y a los dos años la relevaron, pero por otra razón. En su lugar asumió Manuel Isauro “Taro” Molina, quien en ciencia y tecnología, por supuesto, no tiene ningún antecedente. Lo que sucedió fue que había concluido su mandato como diputado provincial y no tuvo reelección. Pese a ser secretario general del PJ catamarqueño, la dirigencia no pidió por él. Menos aún la militancia.

Manuel "Taro" Molina jura como ministro de Ciencia e Innovación Tecnológica de la Provincia.

Quien sí pidió fue su madrina política, la senadora nacional y jefa del peronismo local Lucía Corpacci. Jalil actuó en consecuencia: Rosales a Comunicación, Molina a Ciencia e Innovación Tecnológica. A partir de ahí, el ministerio debutó como bolsa de trabajo oficialista.

En los últimos años, Molina no sufrió ningún período de desocupación. De diputado nacional pasó a cobrar desde diciembre de 2015 como legislador del Parlasur, esa entelequia del Mercosur a la que adhirió Néstor Kirchner y que solo tiene fines testimoniales. Luego de esa estresante función, Molina desembarcó en la Cámara baja provincial.

De papelón en papelón

La trayectoria de “Taro” Molina es rica en desequilibrios emocionales y torpezas políticas.

A días de haber despedido la banca nacional, fue consultado por la prensa local acerca del cruce que habían tenido el fallecido exdiputado nacional Eduardo Brizuela del Moral y la exgobernadora Corpacci por la obra de Potrero del Clavillo, que había desaparecido del presupuesto 2016 -y de los posteriores-. Molina se fastidió con los periodistas por no investigar los vínculos de Brizuela con la dictadura militar y con el gobierno de facto por gastar todos los recursos de Potrero del Clavillo en el Mundial ’78.

Molina, en su paso por la Cámara de Diputados provincial.

"Eso ustedes no investigan; eso a ustedes no les preocupa. Pero sí les preocupa que un Gobierno popular trabaje y se dedique a trabajar por la gente, a producir una transformación que ustedes no muestran, que no les interesa mostrarle a la gente, porque les interesa prenderse en este discurso del desánimo”, expresó con el libreto kirchnerista en mano según el cual el único periodismo válido es el militante de su causa.

En junio pasado, Molina suplantó a la ministra de Educación, Andrea Centurión, en un acto por el Día de la Bandera en Bañado de Ovanta, que por supuesto tuvo al controvertido intendente Elpidio Guaraz como anfitrión. A su término, un grupo de alumnos de una secundaria le presentó una nota en la que pidieron la construcción de un establecimiento. “Para que el día de mañana nuestros hermanos o nuestros hijos tengan su escuela y quizás se pueda gestionar para que traigan carreras aquí. Hoy tenemos que irnos a otro lado y no nos alcanza”, manifestó una alumna que hizo de vocera.

Guaraz tomó la delantera y anticipó que el municipio había cedido un terreno para construir esa escuela, lo que fue bien recibido por el público. Y luego cedió el turno al ministro para que pusiera el moño al acto. Pero Molina fue Molina.

“En realidad, la densidad poblacional de Argentina está bajando, entonces no podemos hacer escuelas para alumnos que no existen y que tiene que ver con nuestros deseos o nuestras fantasías. En consecuencia, lo que sí podemos garantizar es que van a disponer de tecnología (…) Porque todo se hace a distancia ahora”, remató Molina. La desesperación de Guaraz para recuperar el micrófono fue notoria.

Esos alumnos “inexistentes” de Molina fueron los más afectados por los efectos de la pandemia en el sistema educativo. Y lo que la tecnología no puede sustituir es precisamente la integración social que permite la modalidad presencial, que por cierto ya llevaba un semestre completo de feliz regreso.

La prensa nacional dedicó titulares muy atractivos para el brulote de Molina. “El polémico ministro K que no quiere construir escuelas”, presentó A24, y así hubo varios más. La oposición se hizo un verdadero festín con el yerro conceptual del funcionario sobre la “densidad poblacional” -de hecho, hay 7 millones de habitantes más que en 2010 en la misma superficie- y algunos legisladores le pidieron que renuncie o que Jalil “lo renuncie”. Por cierto, no sucedió nada de eso.

Con código mafioso

Pero esta vez Molina escaló otro tramo de su impericia. Aunque ya no fueron dichos torpes o ignorantes, sino peligrosos y susceptibles de consecuencias mayores.

El pasado lunes 24, la exdirectora de Despacho y Secretaría Privada del ministerio Natalia Palacios presentó una denuncia en la Unidad de Violencia Familiar y de Género de la Justicia provincial contra Molina. Lo acusó de acoso laboral y hostigamiento; aseguró que él ya le “firmó la baja” del cargo y que no le dio oportunidad de defenderse.

La mujer, que es madre de un niño, aseguró que Molina la maltrató en reiteradas ocasiones, la calificó de incompetente, que por el estrés laboral que vivió tuvo una internación psiquiátrica y que su diagnóstico es reservado.

Lo peor, sin embargo, ocurrió en un viaje oficial, con Molina al volante, donde éste la habría amenazado con usar su influencia política para amedrentarla a ella y a su familia. "No me conoces enojado, la llamo a mi hermana, que es ex presidenta de la Corte de Justicia, y lo jodo a tu viejo, a tu vieja y a toda tu familia'”, aseguró Palacios en diálogo con la prensa.

La denuncia pública de la mujer no fue desmentida por Molina, ni tampoco hubo una aclaración oficial. Habrá que suponer entonces que el ministro responderá solo en el ámbito judicial. Debería hacerlo.

Si en efecto el funcionario pretendió atemorizar a Palacios y a su familia alardeando influencia con la exministra de la Corte Vilma Molina, se trata de un hecho de extrema gravedad. La supuesta apelación a un juez o exjuez para “joder” a ciudadanos dice mucho acerca de cómo la política -o ciertos políticos- entiende el rol de la Justicia.

Seguramente la exjueza Molina no está para nada orgullosa del papel que le asignó su hermano “Taro” en la represalia a una empleada. De hecho, la asimiló a un personaje funcional a los entuertos mafiosos del estilo “Chapo” Guzmán, para quien la víctima no era sino junto a su familia.

Este es un ministro del Poder Ejecutivo provincial. ¿Cuánto tiempo más podrá el gobernador Raúl Jalil cargar con estas pesadas mochilas propias y heredadas?

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