Opinión

La hoguera de las vanidades

En cualquier mesa familiar, en los bares, en las reuniones sociales siempre aparece el mismo tema: las financieras y qué pasará con el dinero de los denominados inversores.
Por Marcelo Sosa

En cualquier mesa familiar, en los bares, en las reuniones sociales siempre aparece el mismo tema: las financieras y qué pasará con el dinero de los denominados inversores.

Pero más allá de la situación que se plantea con las financieras, que se convirtió en un tema central para los catamarqueños, es interesante ver cómo hemos respondido a la aparición y luego caída de los personajes que integran las distintas firmas que prometieron dividendos increíbles para sus clientes.

Largo de detallar y que sin dudas fue tema de cada mesa es la posibilidad económica de tener dividendos increíbles en un país que está sumido en una profunda crisis financiera.

Se puede hacer un análisis de lo que significa un sistema piramidal, de las criptomonedas o simplemente podemos, con el diario del lunes, decir que era lógico la caída de esas empresas que prometían un paraíso en medio del desierto económico que se vive.

Tenemos analistas económicos, especialistas del apocalipsis, y sobre todo están las personas que hoy padecen la caída de este sistema que prometía importantes ganancias y hoy solo quedan deudas y preocupación.

Claro que las financieras aparecieron como un sueño en medio de un sistema financiero que tampoco es tan benigno con sus clientes y donde lamentablemente el ciudadano común vive eternamente endeudado para pagar otras deudas.

Esa cadena, que podría ser tema de otro análisis, también forma parte de la realidad que nos toca vivir, no solo a los catamarqueños sino también del sistema financiero de la República Argentina.

No se puede omitir a aquellos de guantes blancos que se aprovechan de las necesidades de los ciudadanos en medio de una turbulencia económica que mezcla: inflación y necesidades básicas insatisfechas.

Pero volviendo a las financieras el dato que puede dar otra mirada a la situación es la reacción social ante lo que se planteó con algunos de los representantes de esas firmas.

Es interesante observar cómo nos impactó la aparición de personajes ostentando bienes suntuosos como si fueron de fácil acceso.

Allí aparecieron los vehículos importados imposible de pensar en calles catamarqueñas hace algunos años.

Los viajes a lugares exóticos o a recitales de los artistas más renombrados del mundo.

Allí estaban mostrando cómo se puede gastar el dinero y como el dinero no hace a la felicidad pero la compra de una manera que se convierte en un espejo al que nos queremos mirar o por lo menos aparecer aunque sea un poquito.

Es llamativo la adulación que se planteó hacia algunos personajes y esa admiración plantea la contradicción misma de quien admira pero también detesta a quien, en nuestras narices, estaciona un auto que sabemos nunca podremos comprar.

De pronto toda esa ostentación formó parte de nuestra vida cotidiana y prácticamente nos sentíamos en una calle de Montecarlo cerca de una Testa Rossa como si fuera algo común en cualquiera de las calles catamarqueñas.

No se cuestionó el mostrar ese poder adquisitivo, se podría decir que había casi una admiración y hasta un poco de sentirse parte de esa realidad casi mágica.

Un verdadero realismo mágico se vivió en los últimos años con una sociedad que ansiaba sumarse a ese parque de diversiones casi infinito donde unos pocos lo podían disfrutar, pero el resto aspiraba poder llegar.

Hasta la clase política no estuvo ajena a esta situación.

Allí aparecieron dirigentes oficialista y opositores sumándose a esa ola de dinero fácil y hasta se llegó al extremo de plantear declaraciones parlamentarias de reconocimiento a esos personajes.

Todos estábamos en esa ola que era como estar en Disneylandia y casi nadie se animaba a levantar la mano para decir que algo extraño podría haber en todo eso.

Luego vendría la caída de las financieras, como un golpe artero al corazón de la sociedad se fueron cerrando una a una y la justicia, de una buena vez, comenzó a actuar.

Pero lo llamativo y es el eje de esta columna, fue la reacción social ante esta situación.

Parece ser que admiramos la ostentación y hasta muchas veces la aplaudimos, pero también disfrutamos de la caída de quienes hasta hace poco circulaban en Ferrari por la Gobernador Galindez.

Esa admiración hacia la ostentación se convirtió en alegría por la caída, llamativa reacción de una sociedad o parte de ella que en el fondo disfruta de ver en el suelo a quienes hasta hace poco estaba en la cima del poder económico.

Dejando de lado y sin olvidar a quienes hoy padecen el cierre de las financieras y deben pagar créditos o vendieron sus principales ingresos y no saben qué hacer. Sin olvidar de quienes no saben qué destino le depara la no recuperación de su inversión, es interesante plantear como hemos reaccionado ante la aparición y caída de las financieras.

Pasamos y utilizo así la persona del verbo para no tener una mirada seudo desinteresada, de la admiración a la ostentación al beneplácito de la caída de los personajes que formaban parte de estas financieras.

Puede sonar extraño, pero es simplemente un dato más, un elemento más para sumar a las mesas donde se toca el tema.

No hay encuentro, asado, reunión social, donde el tema financieras no sea tratado.

Quizá puede ser un elemento nuevo para debatir cómo hemos reaccionado como sociedad ante la aparición y desaparición de estos personajes.

En definitiva en el sube y baja de las financieras también aparecieron nuestras miserias como en aquella hoguera de las vanidades.