Recuerdo que hacía calor. Cómo era posible semejante clima en pleno junio en el hemisferio sur, no lo sé (Catamarca, no lo entenderías).
Ahora dudo si en verdad era el clima, o la sensación que recorría el cuerpo.
Y es que pocas veces se puede estar plenamente consciente cuando la historia te da un cachetazo en la cara, y te cambia para siempre.
Así fue el 3 de junio de 2015. Para mí, para muchas, para la historia misma, ese día significó un quiebre. Una ruptura en la mirada, un conocimiento sin retorno.
El Ni Una Menos no hizo más que nombrar. Así, tan simple y tan inmenso como apalabrar. Habilitar la queja, que más que molestia era el cúmulo de injusticias acumuladas por décadas en los cuerpos de las mujeres y disidencias.
Podría extenderme sobre todo lo que vino después del primer Ni Una Menos, pero no es mi objetivo hoy. Sólo pretendo por ahora recorrer en imágenes lo que se gestó ese día, y que sirva de espejo donde mirarnos, 7 años después.
Le pedí a Caro Cabrera, fotógrafa catamarqueña de la hostia, que me compartiera algo de su registro de ese día. También recupero algunas de las capturas que hice, mientras florecía por entonces mi amor por la fotografía, y que hoy agradezco haber recolectado.
A 7 años del Ni Una Menos, hoy seguimos exigiendo. Al Estado, a la Justicia, a los poderes económicos que asuman su responsabilidad. Por nuestros cuerpos y por la tierra, nos queremos vivas.