Catuchas

"Fray Mamerto nos ayudó": la historia de fe y tradición de un gaucho catamarqueño

Desde la primera cabalgata hasta un milagro familiar: la historia de Raúl Toledo, un hombre marcado por la fe y el legado de Fray Mamerto Esquiú.

Raúl Toledo nació y se crió rodeado de animales, con la vida gaucha marcada por la presencia de los caballos. A los 12 años realizó su primera cabalgata junto a una agrupación de Piedra Blanca y desde ese momento descubrió su pasión. Aunque se fue a estudiar fuera de Catamarca, nunca perdió el contacto con los caballos.

Al regresar a la provincia, unos amigos lo invitaron a sumarse al Centro Tradicionalista El Palenque de San Antonio, en Fray Mamerto Esquiú, y desde entonces continúa participando activamente en cabalgatas.

En diálogo con Inforama, Raúl recordó una experiencia muy especial: hace 9 años participó de una cabalgata hacia El Suncho. Este viaje tenía un valor simbólico muy fuerte para él, ya que cuando era niño no pudo realizarlo por problemas de organización. “Fue una experiencia muy linda”, contó. “El sacerdote nos hizo rezar, nos bendijo y salimos en la madrugada.” Entre los participantes estaba María Soledad Tula, la única mujer que realizó el trayecto a caballo.

Desde entonces, Raúl participa todos los años de la cabalgata, salvo la última vez, antes de la pandemia, cuando no les permitieron avanzar. Siempre peregrinaron rezando durante el camino, y la gente del campo los recibía con hospitalidad. “Esos viajes fueron valiosísimos desde lo espiritual”, remarcó.

Pero sin dudas, un episodio marcó para siempre la vida de Raúl: su madre enfrentaba un sarcoma de Kaposi, un cáncer agresivo, y debían viajar a Córdoba cada mes para su tratamiento. Cuando se acercaba la tercera sesión de quimioterapia, Raúl ya tenía organizado el viaje hacia El Suncho. Le pidió a su hermana que gestionara un cambio de fecha y Córdoba aceptó, aunque su madre estaba en contra. “Yo le dije que Fray Mamerto Esquiú nos iba a ayudar”, recordó.

Raúl hizo la cabalgata pensando todo el tiempo en la salud de su madre. Al volver y hacer los estudios médicos en Córdoba, recibieron la noticia impactante: el cáncer había desaparecido. “Nos dijeron que estaba limpia. Nosotros sabíamos que había sido Fray Mamerto Esquiú. El médico insistía en que fue la ciencia, pero para nosotros fue un milagro,” relató emocionado.

Para Raúl, el Beato significa demasiado. “Siempre anduve a caballo y, de chico, terminábamos frente a la casa de Fray Mamerto. Además, hice la primaria y secundaria en el Colegio Quintana, donde el lugar de encuentro eran las celdas del Beato. Eso me permitió conocer a fondo su historia y su legado”, agregó.

“Las estampitas de Fray Mamerto y su oración me acompañan siempre. Y desde hace muchos años llevo la imagen de la Virgen en ambas procesiones”, concluyó Raúl, con la fe y la tradición marcando cada paso de su camino.