“¿Qué recuerdos tenés del Cantegrill de calle Prado?”. Esa fue la primera pregunta a Juan Hormaeche, uno de los dueños y emprendedores de la reinauguración de Cantegrill, aquella heladería tan especial para muchas familias catamarqueñas.
Con cierta nostalgia, pero sin perder la sonrisa, Juan contestó que si bien extraña el lugar, el espacio físico que ocupaba la fábrica en la esquina de calle Prado y Sarmiento, siente que extraña más la esencia misma que provocaban quienes trabajaban ahí.
Esto es, en gran parte, porque Cantegrill no era simplemente una heladería, sino muchísimo más. Era una familia, un ambiente creado por los dueños, los empleados, los mozos, los jóvenes, los niños y niñas, y los padres y madres.
Para quienes no tuvimos la oportunidad de disfrutar, de estar ahí, solo se puede aspirar a compartir el recuerdo de un recuerdo, uno que existe en la memoria colectiva de los catamarqueños. Hablando, preguntando, rememorando, se puede crear una especie de ilusión e imaginarse sentado en las mesas de hierro, en las sillas de cuero rojo amarronado y sentirse impregnado del olor a la vainilla y la crema.
Mientras invade la nostalgia, no se puede evitar volver al presente y es hoy que el presente regala una oportunidad para quienes no pudieron saborear la experiencia de aquellos que estuvieron antes que nosotros.
Esta apuesta al futuro, con el pasado siempre presente, es lo que motivó a Juan y a su hermano Ezequiel, nietos de Juan José Actis y su esposa, fundadora junto a su marido de la icónica fábrica. El regalar una experiencia que perdure en la memoria de los más jóvenes y que renazca en la de los mayores es la finalidad de los hermanos Hormaeche.
Con la tenue luz de un día de lluvia, la mañana de la nueva Cantegrill se inunda de abrazos, de anécdotas y de encuentros, algunos de muchos años. La vitrina despliega una paleta colorida, que atrae la curiosa mirada de los más chicos, pero son los más grandes quienes ya saben qué sabor pedir.
Los tradicionales sabores Cantegrill son los primeros en desaparecer de la vitrina. La clásica vainilla, el intenso chocolate y el aromático limón son los más pedidos, acompañados de algunos nuevos como el sabor peanut, con kit kat, el pistacho, la menta granizada y chocolate rocher, entre otros.
Pero algo es seguro. Quienes lleguen, con tan sólo algún comentario o remembranza teñida en sepia o en blanco y negro, podrán crear un nuevo recuerdo. Quien ya conoce el sabor y el aroma inconfundible de la crema de Cantegrill, no podrá evitar sentir esa dulce melancolía del pasado, ya que no hay ninguna duda de que el sabor más dulce es el de la nostalgia.