Actualidad

Identificaron los restos de Aída Villegas en el Pozo de Vargas: la catamarqueña desaparecida durante la dictadura vuelve a casa tras 48 años

Su cuerpo fue hallado en el Pozo de Vargas, una de las mayores fosas clandestinas del país. Su familia, que aún busca a su hermano Jorge, recibió la noticia con una mezcla de dolor, alivio y memoria viva.

Aída Inés Villegas nació el 22 de julio de 1954 en la capital de Catamarca. Fue secuestrada y desaparecida el 2 de noviembre de 1976 en Tucumán, cuando tenía 22 años y acababa de recibirse de psicóloga. Casi medio siglo después, sus restos fueron identificados en el Pozo de Vargas, una fosa común ubicada en Tafí Viejo, que se convirtió en símbolo del horror de la última dictadura cívico-militar en el país.

La noticia fue confirmada por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) a su hermana, Claudia Villegas, quien vive en Catamarca y ha sido querellante en las causas judiciales que investigan los crímenes de lesa humanidad cometidos en Tucumán. Claudia recibió la notificación el viernes último, luego de años de lucha y búsqueda incansable.

El hallazgo se produjo en el marco de las excavaciones que lleva adelante el Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán (Camit), junto al EAAF. Aída se convirtió en la víctima número 121 identificada en el Pozo de Vargas, el sitio de entierro clandestino más grande del país, donde se hallaron restos de personas secuestradas y asesinadas durante el Operativo Independencia y la dictadura iniciada en 1976.

Una vida marcada por el compromiso

Criada en el corazón de San Fernando del Valle de Catamarca, Aída cursó la primaria en la Escuela Rivadavia y el secundario en la Escuela Normal Clara J. Armstrong, donde hoy una placa la recuerda. Sus excompañeras la rememoran como una joven sensible, reflexiva y comprometida. Participó en concursos literarios, y uno de sus poemas, “La Patria”, fue premiado en los Juegos Florales organizados por el Diario La Unión.

Tras su paso por la secundaria, comenzó a militar en la Juventud Peronista. Se trasladó a Tucumán para estudiar Psicología en la Universidad Nacional de Tucumán y se recibió en 1976. En ese entonces, planeaba viajar a Venezuela para reunirse con su pareja y comenzar una nueva vida, lejos del clima represivo que se vivía en el país.

El secuestro

El 2 de noviembre de 1976, alrededor de las 14.30, un grupo armado vestido de civil, con los rostros cubiertos, irrumpió en el domicilio donde Aída vivía con su abuela y sus hermanos, en la calle Catamarca 386, en San Miguel de Tucumán. Fue golpeada brutalmente, torturada con picana eléctrica y sacada ensangrentada y amordazada de su casa. Varios testigos vieron al menos tres autos sin patente y un camión del Ejército apostado en las esquinas.

Aída fue trasladada a centros clandestinos de detención, primero a la Jefatura de Policía y luego al Ingenio Nueva Baviera, ambos en Tucumán. Juan Carlos “El Perro” Clemente, testigo clave en juicios de lesa humanidad, declaró haberla visto y la identificó con la sigla “DF” (Destino Final), utilizada por los represores para referirse a quienes serían ejecutados.

Su caso fue parte de la Megacausa Arsenales II – Jefatura II, desarrollada en 2013, donde se juzgaron a 41 represores por crímenes de lesa humanidad cometidos en Tucumán. Fueron condenados 37 de ellos.

Una familia golpeada por el terrorismo de Estado

Jorge Villegas, hermano de Aída, también fue secuestrado en el mismo domicilio el 8 de junio de 1977. Tenía 19 años y estudiaba Arquitectura. Continúa desaparecido. El testimonio de Claudia Villegas, hermana de ambos, fue parte central del juicio. “Yo exijo, porque necesito, que se me diga dónde están y qué hicieron con mis hermanos”, declaró ante el tribunal.

Publicación de Claudia Villegas, hermana de Aída, en Facebook.

Tras conocer la noticia del hallazgo, Claudia escribió en redes: “Aidita vuelve, la cubriré con besos, le contaré lo que pasó durante estos años en el país por el que entregó su vida… que aún no logramos sentar a los niños en la mesa familiar para desayunar, almorzar y cenar”.

El nombre que anticipaba el regreso

El nombre Aída proviene del árabe y significa “la que regresa” o “la que es bienvenida”. A 48 años de su desaparición, el hallazgo de sus restos permite a su familia y a su comunidad comenzar un nuevo duelo, con la posibilidad de rendirle homenaje en su tierra natal. Su historia se suma a las de cientos de víctimas que todavía esperan justicia y reparación.

“Ahora siento una mezcla de alegría, tristeza y esperanza por lo que queda. Aída ya volvió, ahora no pararé hasta saber qué pasó con mi hermano del medio”, expresó Claudia, con la certeza de que, aunque el horror del pasado no puede borrarse, la memoria y la verdad continúan abriéndose paso.