Hoy es el Día Internacional de la Dislexia o legastenia, un trastorno específico del aprendizaje de origen neurobiológico y hereditario que afecta a diversas áreas de funcionamiento, tales como el desempeño lector y de escritura.
Incide en el rendimiento académico de los niños y adolescentes en edad escolar, así como el desempeño laboral en adultos y se trata de la más frecuente de todas las Dificultades Específicas del Aprendizaje (DEA).
Sol Ceballos, madre de un niño con dislexia habló con INFORAMA RADIO sobre la experiencia de su hijo hasta dar con el diagnóstico.
"Es un trastorno invisible", manifestó la mujer. “Ni el chico podía explicarnos qué le pasaba, ni yo entendía qué le pasaba, ni la escuela me podía decir qué le pasaba. Lo único que se veía es que era un niño infeliz, un niño que no se relacionaba, que no quería nada, no quería vivir, ¿sabe lo que es eso? que un hijo a los siete años no tenga ningún tipo de motivación de nada, era desesperante”, relató.
Sobre el proceso que tuvieron que pasar, detalló: “Hasta preescolar era totalmente un niño feliz, jugaba igual que el resto, no se manifestaba nada, absolutamente nada. A partir de preescolar empezaron algunos indicios que podría estar pasando algo, pero no sabíamos qué. Entonces por ejemplo, en preescolar me decían que un niño tenía que contar hasta 20 y por ahí él contaba hasta 5, pero nada más que eso. Pero era un niño totalmente normal, sociable, alegre, súper bien, participaba. A partir de primer grado, que empieza la alfabetización y supuestamente después del preescolar, toda la parte fonética ya tendría que estar incorporada y ahí se notaba que el resto de sus compañeros iba avanzando en la fonética y en entender cómo suena cada letra y a él le empezaba a costar”.
Debido a eso, decidieron llevarlo a una psicopedagoga que les dijo que estaba todo normal. Pero luego veían que el niño lloraba mucho, no quería ir a la escuela.
"Uno cada diez niños tienen dislexia y el 15% de la sociedad mundial tiene dislexia. Y solamente el 4% lo sabe. Significa que el 96% de la gente que tiene dislexia no lo sabe porque es invisible. Pero el calvario lo llevan por dentro".
Sol Ceballos
“Se angustiaba, todo era tristeza, desgano, no tenía ganas de hacer nada, no quería hacer ningún deporte, ni salir a jugar. Empezaba como a ensimismarse, a recluirse en su estrés, digamos. Y a medida que pasaba el tiempo en la escuela, me decían su niño no tiene ningún problema de aprendizaje, es un chico inteligente, participa a la clase, entiende. Claro, la oralidad entendía, pero tenía una clara dificultad en la lectoescritura, que es básicamente en lo que se basa para aprender en una escuela tradicional. Entonces, esto traía burlas, le decían lentejas, no terminaba de copiar el pizarrón, empezaban a haber ciertos síntomas que no los veíamos, ni los profes tampoco”, agregó.
A su hijo le costaba leer, cuando realizaban los dictados no terminada nunca, no sabía qué tarea debía hacer.
“Terminó tercer grado con muchísima dificultad y me llamaban de la escuela una vez por mes para decirme (...) usted no incentiva a su hijo". Por lo que la familia intentó varias alternativas para poder descubrir qué le pasaba a su hijo y cómo mejorar sus estados. Fueron a teatro, a psicólogas, a terapia de padres para ver si lo estaban “educando bien”.
“Es muy importante que tengan los ojos abiertos y no hagan vista gorda porque es gravísimo. Es decir. De esto viene después la decepción escolar, la depresión”.
Sol Ceballos, madre de un niño con dislexia
Cuando el niño estaba en cuarto grado, en el año 2020, un profesor les dijo a los padres que el chico era brillante en la oralidad, que expresaba muy bien, que tenía tiene buen vocabulario, criterio y que “superaba la media para su edad”, pero que le preocupaba un poco su escritura. “Y ahí me sonó una alarma”, dijo la madre.
Tras tres sesiones con la Lic. en Psicopedagogía Mónica Chávez, se enteró que su hijo tenía dislexia. “Es de manual” le dijo a la madre lo cual fue una "liberación" para todos. "Y lo peor es que él tiene las cuatro DEA: dislexia, discalculia, disortografía y disgrafía”, indicó la progenitora.
“Él sonrío cuando yo le dije qué era, en vez de entristecerse. Toda la familia nos sacamos la mochila (…) y a partir de allí aprendió a leer de otra manera. Tenía sólo que aprenderlo de una forma diferente”, sostuvo.
Comentó que ahora va a segundo año de una escuela técnica "que es de lo más exigente en todas las materias" y que todo el cuerpo docente mostró predisposición para ayudarlo y que le va muy bien.
Sol también informó que desde el 2016 existe la Ley Nacional 27306, que declaró de Interés Nacional el abordaje integral e interdisciplinario de los sujetos que presentan Dificultades Específicas del Aprendizaje. Y la provincia adhirió a través de la ley provincial 5718 "que obliga a todas las escuelas públicas y privadas a la detección de la dislexia".
Señaló asimismo la relevancia de la capacitación de los profesores y a la adaptación de la currícula "para que esos niños puedan aprender igual que el resto".
"Básicamente es darle toda la parte automática que ellos no pueden hacer. Por ejemplo, que utilicen la tabla pitagórica o la calculadora, porque pueden pensar pero no hacer las cosas automáticas, que no se les exija que sepan de memoria las tablas de multiplicar, ni tampoco copiar, no exponerlos a leer en público porque es un estrés innecesario, ni a los exámenes orales. Los chicos entienden perfecto todo lo que sea audiovisual, tangible, fichas interactivas, mucho evidencial, experimental, no se olvidan más y si se dan clases así en las aulas, se van a beneficiar todos los chicos", finalizó.