Durante la noche del sábado 13 de abril, último día del Septenario en honor de la Virgen del Valle, rindieron su homenaje las familias, Familiares de Víctimas de Accidentes de Tránsito Catamarca (Faviatca), comunidades parroquiales, catequistas y los jóvenes.
La Santa Misa fue presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el obispo de La Rioja, Mons. Dante Braida, y sacerdotes del clero catamarqueño y los asesores de la Pastoral Juvenil de las Diócesis del NOA, quienes están participando en nuestra ciudad del encuentro de la Comisión Regional junto con jóvenes representantes de las diócesis hermanas de la región.
Junto a la imagen de la Patrona de Catamarca se encontraba la imagen peregrina de San Nicolás de Bari, patrono de La Rioja, que llegó acompañado por alfereces, heraldos, aspirantes y servidores, para participar del cierre de las festividades marianas.
Luego de dar la bienvenida a los alumbrantes de esta celebración, Mons. Urbanč rogó “que la Madre de Dios y Madre de la Iglesia escuche sus plegarias y les conceda abundantes bendiciones”.
Luego señaló que el Catecismo de la Iglesia nos dice que "la familia cristiana es el primer lugar de la educación en la oración. Fundada en el sacramento del matrimonio, es la ‘Iglesia doméstica’ donde los hijos de Dios aprenden a orar ‘en Iglesia’ y a perseverar en la oración. Sobre todo, para los niños, la oración familiar diaria es el primer testimonio de la memoria viva de la Iglesia que es despertada pacientemente por el Espíritu Santo (n° 2685)”.
También destacó la enseñanza de la exhortación apostólica Familiaris Consortio, en los n° 59 y 60, respecto de la oración en las familias, en la que entre otros conceptos dice que “la oración en familia consiste en rezar juntos marido y mujer, padres e hijos juntos. La comunión en la plegaria es a la vez fruto y exigencia de esa comunión que deriva de los sacramentos del bautismo y del matrimonio. A los miembros de la familia cristiana pueden aplicarse de modo particular las palabras con las cuales el Señor Jesús promete su presencia: ‘En verdad les digo que, si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en los cielos se los concederá. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos’ (Mt 18,19-20)”.
“Esta plegaria -continuó- tiene como contenido original la misma vida de familia que en las diversas circunstancias es interpretada como vocación de Dios y es actuada como respuesta filial a su llamada: alegrías y dolores, esperanzas y tristezas, nacimientos y cumpleaños, aniversarios de la boda de los padres, partidas, alejamientos y regresos, elecciones importantes y decisivas, muerte de personas queridas, etc., señalan la intervención del amor de Dios en la historia de la familia, como deben también señalar el momento favorable de acción de gracias, de súplica, de abandono confiado de la familia al Padre común que está en los cielos”.
Asimismo, expresó que “los padres cristianos, por su dignidad y misión, son verdaderos maestros de oración, por lo cual tienen el deber específico de educar a sus hijos en la plegaria, de introducirlos progresivamente al descubrimiento del misterio de Dios y del coloquio personal con Él, de modo que los hijos aprendan desde los primeros años a conocer y a adorar a Dios y a amar al prójimo según la fe recibida en el bautismo”.
Educar en la oración con el ejemplo
En otro tramo enfatizó que “el elemento fundamental e insustituible de la educación a la oración es el ejemplo concreto, el testimonio vivo de los padres; sólo orando junto con sus hijos, el padre y la madre, mientras ejercen su propio sacerdocio real, calan profundamente en el corazón de sus hijos, dejando huellas que los posteriores acontecimientos de la vida no lograrán borrar”.
Más adelante le pidió a la Madre del Valle “que nos consigas la gracia de que cada uno de tus devotos hijos también podamos estar firmemente animados por la virtud de la esperanza y experimentar que Dios Padre no abandona jamás a sus hijos que clamamos, noche y día, por ayuda, consuelo y soluciones a los desafíos que nos pone el peregrinar por este mundo. Sobre todo, presta atención esponsal y materna a nuestras familias para que en todas reine la paz, el diálogo, la armonía y la confianza, sostenidas por una asidua vida de oración y en Gracia, lectura orante de la Palabra de Dios, praxis sacramental y exquisita caridad para con los más necesitados”.
En esta súplica le rogó “que los jóvenes se preparen a celebrar el sacramento del Matrimonio habiendo descubierto el llamado que el Señor les hace a formar santos y castos matrimonios y, por consiguiente, ejemplares hogares donde reine el amor de Dios y el sincero propósito de ser misioneros de la Misericordia Divina, vivida y celebrada en la intimidad de sus familias”.
“Que las familias cristianas cultiven generosamente y oren con confianza para que niños y jóvenes valoren el llamado a la vida sacerdotal y consagrada, y estén dispuestos a entregar su vida al servicio del Reino de Dios con entera disponibilidad y santidad de vida. Y que las familias cristianas estén integradas por ciudadanos de vida íntegra y competentes en sus trabajos. Además, que sean conscientes del ineludible rol que desempeñan para sanar las heridas que va abriendo, cada vez más, la cultura del descarte, el utilitarismo y la generalizada prescindencia de Dios en el corazón de la sociedad, y para ser protagonistas de la tan anhelada civilización basada en el Amor”.
En el momento de la preparación de la mesa eucarística, matrimonios con sus hijos y abuelos acercaron al altar ofrendas particulares junto con los dones del pan y del vino.
Antes de la bendición final, todos juntos honraron a la Virgen con el canto.