Esther Díaz llegó hoy a Catamarca para presentar su último libro "Lengua de Loco", una compilación de las columnas escritas durante la pandemia para el diario Página 12. Un libro sobre amor, sexualidad, perdida y vida.
Esther tiene 84 años y una inteligencia que la lleva a ser una referente histórica para la filosofía argentina. No solo por sus "excéntricas" ideas, sino porque se ha propuesto salir del academicismo y lo ha logrado. Dio clases gran parte de su vida en la UBA, para cursantes e interesados en general de la filosofía.
La cita es el jueves 11 de mayo, a las 18, con entrada libre y gratuita en El Centro Cultural El Cebil (Esquiú 781). El evento es organizado por Librería a la Carta de el centro cultural y la Secretaría Académica de la Universidad Nacional de Catamarca.
La académica nació en Ituzaingó, Buenos Aires, en 1939. Estudió filosofía en la UBA donde se doctoró. Dirigió la cátedra de Pensamiento Científico en la que cursaban 2.000 alumnos y enseñaban 120 docentes durante 20 años. Creó la maestría de Metodología de la Ciencia y Epistemología en la Universidad de Lanús. Dio clases en numerosas universidades del país y Latinoamérica. Escribió 36 libros de filosofía y ficción. Es una de las más fervientes difusoras del pensamiento de Michel Foucault.
"Este nuevo libro es una gran satisfacción que me da la vejez, después de todo lo que me castigó estos años. Perdí a mi hijo e hija, en menos de un año y medio a los dos", relató.
"Me obligaron a jubilarme de la universidad 15 días antes de que se muera mi hija. Me sentí echada de la Universidad y tenía a mi otro hijo grave, para mí la vida se había terminado. Habían pasado 11 meses cuando pasaron las desgracias, cuando apareció Martín Farina y me propuso hacer un documental sobre mi vida", continuó Díaz.
La filosofa manifestó en conferencia de prensa que sentía que su vida "ya no tenía ningún atractivo" y que esta propuesta la impulso a continuar sus proyectos.
"Los chicos iban desde el boliche Cemento e iban a hacer cola a la universidad para escucharme. Decían que era la pata punk en la UBA, en un lugar tan tradicional. Me di cuenta de que no había tocado mi techo. Lo digo para las personas que dicen 'uy yo no pude estudiar'. Yo me recibí de doctora a los 50", explicó.
"La filosofía es siempre pensamiento del presente y de nuestra realidad. No podíamos salir y en ese momento me llaman del CCFK para hacer un intercambio con Carry, hija de desaparecidos sobre la Memoria. En el mismo momento que nos teníamos que quedar encerrados, la felicidad se encerró en mi escritorio", concluyó.