El Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente en el mundo, después del Alzheimer, y en la mayoría de los pacientes los síntomas aparecen mucho antes que los indicios motores, conocidos principalmente por temblores, advirtieron especialistas en vísperas del Día Mundial del Parkinson, que se conmemora cada 11 de abril.
La falta de olfato, estreñimiento, alteraciones durante la etapa de sueño REM o sueño profundo y en el ánimo o depresión, como la aparición de dolor o trastornos cognitivos pueden indicar que el proceso de esta patología neurodegenerativa comienza en áreas profundas del cerebro y en el tronco cerebral, señaló Ricardo Maiola, médico del Programa de Parkinson y Movimientos Anormales del Hospital de Clínicas.
El especialista señaló que los síntomas motores que hacen al diagnóstico de esta enfermedad son temblor (de reposo), que son oscilaciones rítmicas de las manos que son asimétricas, la lentitud del movimiento (bradicinesia), al igual que las articulaciones, la rigidez (resistencia a la movilización pasiva de las articulaciones) y la inestabilidad postural.
Respecto a cuántas personas se encuentran afectadas por Parkinson, Maiola señaló que “no tenemos estadísticas oficiales, pero es la segunda enfermedad neurodegenerativa después del Alzheimer” y que “después de los 60 años aumenta la prevalencia, lo cual no quiere decir que los jóvenes no padezcan la enfermedad. Especialmente sucede en quienes tienen mutaciones genéticas”.
El Parkinson es una enfermedad de diagnóstico clínico, es decir, no hay ningún biomarcador o radiología que pueda certificar o descartar la enfermedad, sin embargo, hay estudios que permiten acercar o alejar la probabilidad del diagnóstico.
“Hay un diagnóstico clínico en donde se revisa al paciente y se evalúa la movilidad de las articulaciones, la flexibilidad, el equilibrio y cuestiones neurológicas que permiten llegar al diagnóstico de la enfermedad”, señaló Jorge Mandolesi, jefe del departamento de neurocirugía de la Fundación Favaloro.
E indicó que la enfermedad se desarrolla por la falta de producción de dopamina, y que "cuando se agotó entre el 90% y 95% de las células que forman dopamina es cuando empiezan a manifestarse los síntomas".
Para su tratamiento, los especialistas indicaron que se utilizan tratamientos farmacológicos y, en menor medida, tratamientos quirúrgicos, en donde aparece la estimulación cerebral profunda en dos áreas del cerebro, o también la colocación de un implante de electrodos en el cerebro.
“Los pacientes comienzan con la medicación en dosis bajas que va aumentando lentamente en la medida en la que los síntomas requieran más medicación”, explicó Mandolesi.
Y aclaró que en el caso de una intervención quirúrgica, los electrodos que se introducen en el cerebro son muy delgados y se utilizan para restablecer el funcionamiento de los núcleos que están afectados por la falta de dopamina, dando un estímulo permanente “como si fuera un marcapasos”.
Según el especialista, una pregunta común de los pacientes es si se trata de una enfermedad hereditaria. “Son muy pocos los casos que tienen una carga genética hereditaria, casi un 5% nada más. No es algo habitual. Son muchos los factores que lo pueden influir, no hay un agente causal directo identificado”, aclaró.
Además, indicó que la evolución de la enfermedad es muy variable, no todos los pacientes tienen la misma velocidad en la progresión de los síntomas y que hoy en día existe una variedad de tratamientos para abordarla
“No hay que tener miedo a la enfermedad. No podemos hablar de cura porque se tratan los síntomas, pero esos síntomas son tratables”, concluyó.
FUENTE: Agencia Télam