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Día mundial del glaucoma: por qué se celebra el 12 de marzo y cómo se previene

El glaucoma es una enfermedad silenciosa, debido a que en algunos casos no suele presentar síntomas hasta que se encuentra en un estado avanzado.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) es la segunda causa más común de ceguera en el planeta, luego de las cataratas. Es una enfermedad que afecta al nervio óptico de forma progresiva. Aparece cuando la presión dentro del ojo se eleva por encima de lo normal, la característica de esta patología es la hipertensión intraocular que daña el nervio óptico debido a un desequilibrio entre la producción y el drenaje del humor acuoso, el líquido intraocular. Como consecuencia, se produce una pérdida progresiva del campo de visión, que va desde afuera hacia adentro y se conoce como “visión en tubo”.

Un ataque agudo de glaucoma puede provocar síntomas más evidentes como: enrojecimiento ocular, dolor, pérdida brusca de visión, náuseas y vómitos.

Aunque la pérdida de visión ya ocasionada resulta irreversible, el tratamiento y su correcta implementación contribuirán a frenar el continuo avance de los daños.

Si bien el glaucoma puede presentarse a cualquier edad, tienen mayor riesgo de padecerlo aquellas personas que tengan parientes directos con la enfermedad, quienes presentan córneas finas o una enfermedad ocular denominada “pseudo exfoliación”, quienes sufren de miopía, diabetes o presión intraocular elevada y los mayores de 60 años, entre otros.

A partir de los 40 años aumenta el riesgo de padecer esta enfermedad, por lo que los especialistas recomiendan que desde entonces, las personas incluyan en su examen oftalmológico anual una medida de la presión intraocular. El diagnóstico temprano podría evitar hasta el 95% de los casos de pérdida de visión.

Para detectar el glaucoma es necesario realizar un fondo de ojo y una campimetría (conjunto de técnicas para explorar y medir la extensión del campo visual del ojo) ya que puede haber hipertensión ocular sin que exista daño del nervio óptico, y glaucoma con presión intraocular en niveles normales.

El tratamiento basado en reducir la presión ocular consigue detener la evolución de la enfermedad. Una vez diagnosticado el glaucoma, el tratamiento médico consiste en la aplicación de gotas oftalmológicas (colirios) que contienen fármacos que apuntan a disminuir los valores de la presión.

Sin embargo, para los casos en los que el tratamiento médico no resulta efectivo o tolerado, la opción es la cirugía. En este caso existen diferentes alternativas: láser, cirugía filtrante penetrante (el tratamiento quirúrgico más difundido), cirugía filtrante no penetrante (técnica novedosa con eficacia en glaucomas de ángulo abierto), MIGS (mínimamente invasiva), y válvulas de drenaje del humor acuoso (técnica eficaz en el los casos más severos y utilizada en cirugías combinadas con cataratas o injertos de córnea).

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