Muchas veces la justicia parece ser demasiado dura con los pobres, pero muy genuflexa con los poderosos. Uno se pregunta cuántos corruptos están hoy condenados y presos por maniobras fraudulentas que costaron el bienestar de millones de ciudadanos. Seguramente muy pocos. En contrapartida, se puede ver a diario cómo civiles de clase social humilde son encerrados incluso antes de llegar a juicio, por delitos de poca monta.
La sociedad pide un poder judicial más eficiente, pero también más equitativo.