Santa Irene, mártir y ejemplo de fe, es conmemorada cada 5 de mayo por la Iglesia Católica. La historia de esta santa de origen eslavo, quien vivió en la segunda mitad del primer siglo, está llena de sufrimientos y milagros, lo que la convierte en un referente de devoción para muchos.
La hija de Licinio, gobernante de la ciudad de Magedon en Macedonia, renunció al casamiento para dedicar su vida al Señor. Su conversión al cristianismo fue temprana y según la tradición, fue bautizada por el Apóstol Timoteo, discípulo del Apóstol San Pablo.
Santa Irene se dedicó a convencer a sus padres de los beneficios de la fe cristiana, y aunque al principio su padre la escuchó con benevolencia, pronto su enojo se desató cuando la santa renunció a venerar a los ídolos. En un ataque de ira, su padre la arrojó bajo las patas de los caballos salvajes, pero por un milagro divino, los caballos se tiraron sobre el padre de Irene y lo aplastaron hasta matarlo.
Pruebas y martirios
A pesar de los sufrimientos y humillaciones que enfrentó por su fe, Santa Irene no perdió la esperanza ni la fortaleza en su convicción. Por orden del gobernante de Sedeka, fue sometida a diversas pruebas, incluyendo ser arrojada en un pozo lleno de víboras, intentos fallidos de ser serruchada y ser atada a la rueda del molino. Pero cada vez que se intentaba dañar su cuerpo, surgía un milagro divino que protegía su vida.
Estos milagros no pasaron desapercibidos para los habitantes de Macedonia, quienes quedaron impresionados por la fe inquebrantable de Santa Irene y se convirtieron al cristianismo gracias a su ejemplo. Se estima que alrededor de 10.000 paganos se convirtieron gracias a sus esfuerzos y testimonio.
Muerte y legado
Cuando el Señor comunicó a Irene que llegaba su hora, ella se retiró a una gruta en las cercanías de la ciudad de Éfeso y pidió que la entrada fuera cerrada con piedras. Al cuarto día, sus conocidos fueron a la gruta para buscarla, pero encontraron que su cuerpo ya no estaba allí. Se cree que Santa Irene fue llevada al Cielo por el Señor.
La conmemoración de Santa Irene era muy venerada en la antigua Bizancio y en Constantinopla se construyeron varios templos en su memoria. Su historia de fe y valentía sigue inspirando a muchas personas en todo el mundo.