El legado de San Hermenegildo como mártir y converso sigue siendo recordado hoy en día. Nacido en el seno de una familia real visigoda, Hermenegildo fue educado en la herejía arriana por su padre, Leovigildo. Pero todo cambió cuando conoció a una mujer católica que, con su ejemplo y oraciones, lo convirtió a la verdadera fe.
Esta conversión provocó la ira de Leovigildo, quien desheredó a Hermenegildo y tomó prisioneros a su esposa e hijo. Sin embargo, tras un año, padre e hijo hicieron las paces. Pero la segunda esposa de Leovigildo avivó nuevas sospechas contra Hermenegildo, que fue encarcelado en Tarragona bajo acusaciones de herejía. Le ofrecieron su libertad a cambio de retractarse, pero el mártir se mantuvo firme en su fe.
Hermenegildo añadió mortificaciones voluntarias a sus sufrimientos y se vistió con un saco como los penitentes. Cuando se negó a recibir la comunión de manos de un obispo arriano, su padre ordenó su ejecución. Con gran resignación, Hermenegildo recibió el golpe mortal de un solo mazo.
San Gregorio el Grande atribuye la conversión de Recaredo, hermano de Hermenegildo, y de toda la España visigótica a los méritos del mártir. Aunque su muerte fue trágica, su legado como santo y ejemplo de perseverancia en la fe sigue inspirando a muchas personas en todo el mundo.