Tres jóvenes Catamarqueñas han encontrado su lugar en un oficio que pocos asocian con mujeres, pero que ellas desempeñan con pasión y destreza.
Micaela, quien lleva más tiempo en el rubro, nos recibe con una gigantesca pierna de novillo en mano. “Decidí ser carnicera cuando entregué mi currículum y la empresa me incorporó. Hace dos años que realizo todas las tareas de carnicera,” cuenta mientras maneja con simpleza el cuchillo. Para Micaela, el conocimiento y la experiencia han sido claves para superar prejuicios: “Los prejuicios desaparecen cuando tenemos más conocimiento. Mi familia se lo tomó con normalidad; mi padre y mi hermano también son carniceros. Están muy orgullosos de mí.”
En su trayectoria, Mica ha vivido situaciones curiosas. “Una vez una clienta me comentó que su hermana, que venía de otra provincia, no creía que existiera una mujer carnicera. Incluso quiso sacarme fotos para mostrarlo,” recuerda entre risas.
Guadalupe, de 27 años, es otra de las protagonistas. Aunque pequeña de estatura, su energía y determinación son vibrantes. “Nunca pensé en ser carnicera, pero cuando entré como cajera me ofrecieron capacitación para aprender todos los aspectos del oficio,” explica. Para Guada, ser una buena carnicera implica conocer cada corte de carne y mantener siempre el cuchillo bien afilado.
Su experiencia en una carnicería no ha estado libre de sorpresas: “Una vez, con un costillar en el hombro, un cliente me miró con incredulidad. Pero cuando vio que yo estaba lista para cortarlo, se quedó sorprendido. En Buenos Aires, me dijeron, no es común ver mujeres carniceras.”
El amor en tiempos de entrañas
Sofía, la más reciente en unirse al equipo, comenzó hace menos de un año. “Empecé por falta de trabajo, pero rápidamente me fui adaptando y, al final, me terminó gustando,” confiesa. En su primer día, algunos dudaban de sus capacidades. “Me decían que este trabajo no era para mí, pero aquí estoy, casi un año después.”
Además del trabajo, Sofi encontró el amor en la carnicería: “Conocí a mi pareja actual aquí; era mi compañero de trabajo y ahora es mi compañero de vida.”
Romper los esquemas y enfrentarse a prejuicios es parte del día a día de estas mujeres carniceras en Catamarca. Sofi lanza un mensaje a otras mujeres que duden de su capacidad: “Si tienen la oportunidad, que lo intenten. Aunque digan que no es un trabajo para mujeres, yo les digo que sí lo es.”
En un ambiente donde los riesgos están a la orden del día (como perder un dedo con una sierra de cinta, según Camila) estas mujeres se han preparado y entrenado para dominar un oficio que, a pesar de no ser fácil, se ha convertido en una pasión para ellas. Como dice Sofía: “No es que sea difícil, pero sí hay que estar concentrada para hacerlo bien.”